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Autenticidad en las redes sociales

By Redacción Febrero 13, 2023

Un torbellino político se ha creado en nuestro país alrededor de supuestos pagos hechos por una funcionaria de gobierno a alguien que maneja al menos un perfil falso en redes sociales, con fines que están actualmente en investigación, dadas las versiones encontradas de quienes están aludidos en el caso.

Más allá del espectáculo montado con las versiones de unos y otros, el manejo político hecho del tema, las calificaciones y descalificaciones vertidas -algunas verdaderamente fuera de tono- y la misma investigación judicial en marcha, hay un tema que ha sido dejado de lado en las discusiones de fondo, y es el escenario de mentira y falsedad en el que algunos se mueven en las redes sociales.

Los llamados “troles”, pero también la publicidad pagada y no identificada como tal, las noticias falsas y las encuestas amañadas son el común denominador de una práctica nefasta, dirigida a orientar la opinión pública hacia sentidos interesados que no siempre responden a la verdad de las cosas.

Así se han ganado hasta campañas políticas en muchos países y se siguen moviendo intereses económicos, comerciales e ideológicos enormes, hábiles en la comprensión de que en el mundo digital es donde hoy se juegan las grandes definiciones del mundo real.

En ocasiones, la acción de toda esta mentira y falsedad -orientada estratégicamente y en su mayoría bien pagada- es desacreditar a personas e instituciones, muy a tono con la cultura de la cancelación que impulsan ciertos grupos ideológicos en la actualidad.

La cultura de la cancelación es un fenómeno social que se desarrolla en las redes sociales que busca reprochar a aquellas personas que han asumido actitudes o comportamientos que son mal vistos socialmente, aun cuando dichas conductas no constituyen un delito.

Muchos habrán sido víctimas de esta práctica, que se dirige con particular virulencia contra los creyentes, mayormente desde perfiles falsos creados para ocultar la identidad y las intenciones reales de quienes profieren los ataques.

En esta lógica, cuando la cultura de la mentira se enfoca en sus intereses, es capaz de presentar el engaño como verdad, el bien como mal y hasta la muerte como derecho.

Con su sabiduría, ya en el año 2011 el Papa Benedicto XVI, recién fallecido, advertía sobre los riesgos de la falta de autenticidad en las redes sociales.

En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de ese año, el Papa señalaba la relación que hay entre tres aspectos humanos clave de la vida actual: la comunicación digital, la imagen de uno mismo y la coherencia de vida.

Las dinámicas comunicativas del mundo digital suscitan nuevos modos de construir la propia identidad, y es aquí donde se sitúa el llamado del Santo Padre a la coherencia y a la autenticidad. Nos invitaba entonces a superar “una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia…”

Como solía hacer, el Papa Sabio nos colocaba frente a nuestra radical responsabilidad personal, tanto en la construcción de nuestro “yo”, como en nuestro trato con los demás.

“Cuanto más se participa en el espacio público digital, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que inciden en la imagen que se tiene de uno mismo. Es inevitable que ello haga plantearse no sólo la pregunta sobre la calidad del propio actuar, sino también sobre la autenticidad del propio ser”, advertía.

Reiteraba además una decidida invitación a la coherencia ante uno mismo y en la relación con los otros: “El anhelo de compartir, de establecer “amistades”, implica el desafío de ser auténticos, fieles a sí mismos, sin ceder a la ilusión de construir artificialmente el propio “perfil” público”. De frente a ello, el Papa invitaba a un equilibrio entre relaciones mediadas por la tecnología y relaciones cara a cara, directas y sin mediaciones. También un equilibrio entre participación en el diálogo social y el necesario silencio reflexivo que nos hace realmente conscientes de nuestras acciones.

La consecuencia nos convoca a actuar como cristianos, no sólo poniendo contenidos de fe en las redes, sino por nuestro modo de comunicar: “Uno está siempre implicado en aquello que comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales. Por eso, puede decirse que existe un estilo cristiano de presencia también en el mundo digital, caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa del otro”, concluía el Papa Benedicto su llamado de vibrante actualidad, que conviene a todos recordar.

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