Los diáconos permanentes de la Arquidiócesis de San José celebraron una santa misa para dar gracias a Dios por los diez años de su ordenación.
Este lunes 19 de agosto, la Diócesis de San Isidro celebró nada menos que 70 años de haber sido erigida. Por este aniversario, la Iglesia particular ha venido viviendo una serie de actividades dentro de un Año Jubilar, con momentos celebrativos y de fraternidad en todas sus parroquias y comunidades.
Concretamente, ese día celebró una santa misa en agradecimiento a Dios por el aniversario, en la Catedral diocesana a las 10 de la mañana, presidida por Monseñor Juan Miguel Castro, obispo diocesano, y concelebrada por varios obispos del país, el clero generaleño y fieles, que se espera lleguen en gran cantidad.
“Qué bendición para esta querida diócesis llegar a esta edad donde se han vivido infinidad de momentos lindos e importantes”, motiva la participación en la Eucaristía Mons. Castro.
Datos para la historia
El 19 de agosto de 1954, el Papa Pío XII erigió la Diócesis de San Isidro mediante la bula “Neminem Fugit”. Esta nueva jurisdicción eclesiástica es desmembrada de la Arquidiócesis de San José y de la Diócesis de Alajuela, comprendió los cantones de Dota, Tarrazú, y Pérez Zeledón de la Provincia de San José, y los cantones de Aguirre, Osa, Buenos Aires y Coto Brus de la provincia de Puntarenas, atendidos hasta ese momento por la Diócesis de Alajuela.
Después, con la creación de la Diócesis de Puntarenas, el 17 de abril de 1998, el territorio diocesano quedó modificado al separársele los territorios pertenecientes a los cantones de Aguirre y Parrita, así como los correspondientes a la Isla del Coco, al pertenecer al cantón de Puntarenas, geografía comprendida en la nueva jurisdicción.
La Diócesis de San Isidro de El General, está bajo el patrocinio de San Isidro Labrador, humilde santo madrileño, agricultor y jornalero que muere hacia el año 1130, y es canonizado por el Papa Gregorio XV, el 16 de junio de 1622.
La diócesis, está actualmente conformada por cinco vicarías foráneas, que agrupan 26 parroquias y más de seiscientas comunidades o filiales, distribuidas en los 7.857,04 km² de territorio, con una población estimada para el 2020, según datos del INEC, en 410.244 personas.
“Vivir la fe”, ese fue el consejo que dejó el padre Federico Puente Valdivielso a la comunidad de Paraíso antes de partir a la Casa del Padre. “(Vivir) la fe profunda que lo anima a uno en los momentos difíciles, que siempre hay en toda vida, pero si uno tiene fe, con la ayuda de Dios se sale adelante”.
Sufrieron dificultades económicas, padecieron la enfermedad, vivieron el duelo… Pero se mantuvieron unidos y, sobre todo, pusieron a Dios en el centro. Se trata del matrimonio de San Luis Martin y Santa Celia Guérin, un matrimonio como cualquier otro, con sus dificultades y pruebas, pero donde abundaba la fe.
Recientemente, ambos fueron declarados patronos de los laicos en Costa Rica. Precisamente, se escogió como Día Nacional del Laico el 12 de julio, Festividad de San Luis Martin y Santa Celia Guérin.
Él, un relojero y joyero; ella, una costurera y emprendedora. Nacieron en Francia en el Siglo XIX. Son conocidos por ser los padres de Santa Teresa de Lisieux, quien decía: “Dios me ha dado un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra”.
En su juventud, ambos quisieron optar por la vida religiosa, pero Dios tenía otros planes para ellos. Cuando se conocieron fue, por así decirlo, “amor a primera vista”.
Celia vio a un joven guapo de finos modales y de inmediato una voz en su interior le dijo que ese era el hombre indicado. Tres meses después de aquel primer encuentro decidieron contraer matrimonio, la ceremonia ocurrió el 13 de julio de 1858.
A pesar de eso, se casaron a una edad muy madura para la época, él tenía 35 años y ella 27. Tuvieron nueve hijos, pero cuatro fallecieron y las otras cinco eligieron la vida religiosa.
Era una familia santa. Una de sus hijas, Marie dijo una vez: “con papá y mamá nos parecía estar en el cielo”. También era un matrimonio que podía tener sus discusiones y diferencias, como cualquier otro, pero nada los separaba.
Las dificultades fueron muchas y muy duras, eran tiempos de crisis económica en Francia. Aun en medio de sus limitaciones, compartían lo que tenían con los más necesitados. “Su casa no fue una isla feliz en medio de la miseria, sino un espacio de acogida, comenzando por sus obreros”, señala su biografía.
Tuvieron que enfrentar la enfermedad, primero fue el tumor de Celia y luego el deterioro de la salud de Luis. El último gesto que vio santa Teresa del Niño Jesús de su padre, en la última visita que le pudo hacer, ya anciano y enfermo, fue su dedo que indicaba al cielo, como si quisiera recordar a sus hijas todo lo que su esposa y él les habían intentado inculcar desde niñas, según menciona un artículo de Alfa y Omega.
Ha recibido dos veces el Premio Nobel de la Paz como miembro de dos organizaciones. Fue copresidente de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, Premio Nobel de la Paz en 1985; y es directivo de la Campaña Internacional para abolir las Armas Nucleares, ganadora del mismo reconocimiento en 2017.
Se trata del costarricense Carlos Umaña, exdirector del Ministerio de Salud en Costa Rica y exfuncionario de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS). También es fundador del grupo Artistas por la Paz (2014).