Es doloroso el nivel de pobreza y desigualdad que experimentan tantos hermanos en nuestro país, los miles de costarricenses sin empleo digno, sin derecho a servicios básicos. Es en especial a este sector, a quienes los contendientes deben atender, para que sus políticas respondan a la triste realidad de todas estas personas. Por ello, nuestro empeño para que la discusión política no idealice el desarrollo entendido tan sólo, como crecimiento de riquezas materiales que benefician a algunos, sino que presten atención al sufrimiento de tantos.
Es imperioso ejecutar políticas económicas que, favoreciendo la diversidad productiva y la creatividad empresarial, garanticen y acrecienten los puestos de trabajo en Costa Rica, sin olvidar, como nos recuerda el Papa Francisco, que se deben gestar variadas formas de economía popular y de producción comunitaria: “Hace falta pensar en la participación social, política y económica de tal manera que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común».[3] Hay que pensar en los miles de emprendedores, los productores, los agricultores, en fin, en los gestores incansables del cambio pues “con ellos será posible un desarrollo humano integral, que implica superar esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres…”[4]
Hay países ricos pero llenos de marginados. Sociedades en las que los indicadores macroeconómicos desvelan a los políticos, pero no así las necesidades y demandas concretas de la gente. Pido a Dios la fortaleza, la determinación firme y perseverante de los candidatos para empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. Sin la búsqueda del bien común no hay sociedad que se reconstruya ni política ni socialmente.
[1] Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n.183
[2] Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, n.9
[3] Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n.169
[4] Idem