La misión de Teresita se cumplió cabalmente a sus 24 años gracia a su docilidad. Ella pudo realizar su vocación religiosa y dentro del Carmelo como monja de claustro pudo desarrollar su doctrina del caminito de la infancia espiritual para ayudar a tantas almas pequeñas. Un camino que se basa en la confianza absoluta en Dios, en su misericordia y en su amor. Ella descubrió por inspiración del Espíritu Santo que su vocación era el amor y que en el corazón de su Madre la Iglesia ella sería el Amor.
En junio de 1897 la llevan a la enfermería y ya no sale más de allí. Llegó a decir “nunca había imaginado que yo pudiera llegar a sufrir tanto”, sin embargo, ella se veía contenta por unirse a la cruz de Cristo por la salvación de las almas y la santificación de los sacerdotes.
Ese último año experimentó las tinieblas de la noche oscura, pero ella era ya una gigante en la fe. El 30 de setiembre exclama, “No me arrepiente de haberme dedicado a amar a Dios” y dulcemente expira con su mirada sobre la imagen de la Santísima Virgen, su modelo. Se queda dormida con apenas 24 años, una de las santas más grandes de nuestra Iglesia, en ese momento desconocida.
Eran las 7 de la noche cuando Teresita comenzó a vivir, tal cual ella lo escribió en una carta “no muero, entro en la vida”. Tenía sus manos en el crucifijo y lo miraba sin cesar, sudaba y cuando sonó el ángelus miró la imagen de la Virgen y a las 7pm dijo ¿Madre, no es esta la agonía? Y luego dijo “pues bien, adelante, no quisiera sufrir menos tiempo y mirando al crucifijo exclamó ¡lo amo, Dios mío te amo! Y cayó suavemente hacia atrás con la cabeza inclinada a la derecha. Según las carmelitas allí presente, entró en un éxtasis que duró el espacio de un Credo antes de expirar, con lo somos fijos en la imagen de la Virgen de la Sonrisa que le sonrió de niña y le alcanzó la sanación.
La velan en el coro del convento y la arreglan con flores. Las fotos tomadas de Teresita en ese momento dan la impresión de una princesa dormida. Poco tiempo después sus hermanas logran imprimir su biografía, escrita por ella misma y comienzan los milagros por todas partes del mundo. Su devoción se esparce rápidamente como un incendio, tanto que la declaran santa en 1925, a 27 años de su muerte y será San Juan Pablo II quien la declare Doctora de la Iglesia por la inmensa sabiduría que Dios le regaló para el bien de toda la Iglesia.
Hermana Teresita, intercede por nosotros que aún peregrinamos, ayúdanos a seguir tus pasos hasta encontrar la vida verdadera.