Ya Jesucristo mismo había advertido que no todo es condenable, pese a no tener relación directa con él: “Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros” (Mc 9, 40), y la Iglesia lo recuerda al profesar con Vaticano II las semillas del Verbo, presentes en otras realidades externas a la experiencia eclesial de la fe, tales como otras expresiones religiosas o bien, artísticas.
Se conocen estudios (que por la naturaleza del escrito no pueden ser presentados) que aseguran una identificación de parte de los espectadores en referencia al contenido apreciado en el anime, caracterizado sobre todo en el género Shönen, que invita a la perseverancia, a luchar por el bien, por los sueños, no darse por vencidos en las dificultades…, y al igual que demás producciones audiovisuales utilizan el drama de la violencia o los enfrentamientos, únicamente como herramienta artística, y nunca como un objetivo promovido, eso se puede notar en un análisis detenido que no tenemos el lujo de presentar aquí.
El pensamiento filosófico oriental del anime se armoniza con la economía salvífica porque en él se reconocen la belleza, la bondad, la verdad (Trascendentales del ser) e.i., que nos hablan de Dios, aunque implícitamente. Es cierto que, la revelación no es fuente de inspiración para el mangaka (Autor de manga de donde se basa generalmente un anime), pero dentro del pensamiento filosófico arrojado a escena en los distintos animes, puede a un creyente aludirle la fe que profesa y captar un paralelismo del pensamiento nipón respecto a las Sagradas Escrituras.
También es cierto que, no se puede buscar promocionar el consumo de anime justificando su contenido evangélico, pero al menos, los creyentes que lo admiran pueden encontrar en él, rasgos de bien, rasgos de Dios.
“Señor, que te contemplemos en toda realidad”.