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Resiliencia y esperanza

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, UJPll / Comunicador Político, UCR Marzo 17, 2025

Era necesario el encuentro imaginario con Ricardo, mi compadre, mi amigo.

En mi mente, teníamos que hacer una catarsis de todo lo que hemos superado y cómo logramos salir adelante, con energía positiva, esfuerzo y, sobre todo, voluntad.

En este sueño compartido, Ricardo contaba cómo superó la adversidad y logró dar un salto por encima de las dificultades, convirtiéndose en el mejor peluquero de nuestro país.

Desde un lugar humilde, donde el café se cosechaba con esfuerzo y las naranjas se vendían a pie descalzo, ambos nos esforzamos por estudiar, alimentando nuestras ganas de mejorar.

En este paisaje imaginario, nos trasladamos a la finca de mi padre en Paraíso de Tinoco. El ambiente cálido y acogedor cobraba vida en mi mente.

Ahí estaba doña Daisy, una mujer admirable, con una gran amiga llamada Gaby, una exitosa arquitecta.

En la escena, doña Daisy nos invitaba a disfrutar de las delicias que había preparado. Mientras compartíamos la comida, su historia se desplegaba ante nosotros.

Después de ser bióloga, decidió estudiar medicina y, con esfuerzo y dedicación, se convirtió en una brillante profesional con responsabilidades tanto nacionales como internacionales. “Solo con voluntad y esfuerzo se logra superar la adversidad”, decía, mientras sus ojos brillaban con orgullo en mi imaginación.

Gaby, sentada en la mesa, compartía su perspectiva. En este encuentro ficticio, ella creía firmemente que las personas que superan vidas trágicas desde la infancia son resilientes si así se lo proponen.

“Es necesario hablar de nuestras emociones sin restricción”, afirmaba, y sus palabras resonaban con la verdad de quienes han luchado y han salido adelante.

En ese momento, sentía que cada uno de nosotros, a nuestra manera, encarnaba esa resiliencia. La vida nos había lanzado desafíos, pero aquí estábamos, todos juntos, compartiendo nuestros logros y nuestros fracasos.

Yo también tenía mi historia que contar. En este universo imaginario, les comentaba cómo la lectura me ayudaba a transformar recuerdos trágicos en esperanza y motivación. Cada libro era una puerta abierta hacia nuevas realidades, una manera de escapar de las sombras del pasado.

La lectura me enseñó que, como decía Nietzsche, “lo que no me mata, me hace más fuerte”. En cada página, encontraba fragmentos de mi propia vida, recuerdos que se desvanecían en la luz de nuevas posibilidades.

Ricardo sonreía al escucharme. “La vida nos enseña a ser fuertes”, decía en mi mente. “Como peluquero, veo a diario cómo las personas enfrentan sus historias, y muchas veces, un simple corte de cabello puede ser un acto de renovación.

Es un símbolo de cambio, una forma de dejar atrás lo que no nos sirve y abrazar lo nuevo”. Esa reflexión me hacía pensar en la importancia de los pequeños actos en nuestra vida cotidiana, esos que parecen insignificantes pero que, en realidad, tienen un impacto profundo en nuestro ser.

Doña Daisy, siempre atenta, intervenía en mi fantasía: “La medicina es mi forma de ayudar a otros a superar sus adversidades. Cada paciente es un desafío, y cada historia es única.

Me siento agradecida de poder ser parte de sus vidas, de ver cómo se levantan después de caer”. Su humildad y vocación eran inspiradoras, recordándonos que el verdadero éxito radica en el servicio a los demás.

La conversación fluía naturalmente, y cada uno de nosotros se convertía en un espejo reflejando las luchas y triunfos del otro. Gaby, con su mirada profunda, compartía cómo su infancia con su familia le enseñó a valorar cada logro, por pequeño que fuera.

“La resiliencia no es solo sobre levantarse después de caer, sino también sobre aprender a bailar en medio de la tormenta”, decía, evocando una metáfora que resonaba en nuestros corazones.

Mientras el sol comenzaba a ponerse en mi imaginación, la luz dorada iluminaba el campo, creando un ambiente casi mágico.

En ese instante, me di cuenta de que todos compartíamos un hilo común: la creencia en la posibilidad de un futuro mejor.

La vida se presenta como un lienzo en blanco, y cada uno de nosotros tiene el poder de pintar su propia historia. Como decía el filósofo griego Heráclito, “nada es permanente, excepto el cambio”, y esa transformación es lo que nos define.

La noche se acercaba, pero nuestras voces seguían resonando con la energía de nuestros sueños. Hablamos de nuestros planes futuros, de cómo cada uno de nosotros había trazado un camino hacia adelante, dejando atrás las sombras del pasado. Ricardo soñaba con abrir su propia cadena de peluquerías, Gaby con diseñar edificios que transformen ciudades, y yo con escribir un libro que inspire a otros a encontrar su voz. “La creación es una forma de resistencia”, mencionó Gaby, y esas palabras se quedaron grabadas en mi memoria.

Este encuentro imaginario se convirtió en un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, la vida siempre ofrece oportunidades para crecer.

La resiliencia no es solo una habilidad; es una actitud, una forma de ser que nos permite enfrentar la adversidad con valentía y determinación. Como decía el sociólogo Zygmunt Bauman, “la vida es un viaje, y su sentido no está solo en el destino, sino en el propio viaje”. Y así, con cada paso que damos, construimos nuestra historia.

Al final de esta experiencia soñada, mientras nos despedíamos, sentí una profunda gratitud por esos momentos compartidos.

La conexión con mis amigos era un recordatorio de que, aunque la vida nos presente desafíos, siempre podemos encontrar consuelo y fortaleza en la comunidad. “Juntos, somos más fuertes”, repetí en voz alta en mi mente, y todos asentimos, sabiendo que el apoyo mutuo es fundamental en la búsqueda de nuestros sueños.

Este encuentro imaginario se quedó grabado en mi corazón. No solo porque compartimos historias de superación, sino porque reafirmamos el poder de la amistad y la importancia de la resiliencia.

En cada uno de nosotros hay una chispa de esperanza, y al unir nuestras historias, creamos una luz que puede iluminar incluso los momentos más oscuros.

La vida es un viaje lleno de altibajos, pero siempre hay espacio para la transformación y el renacer. Al final, somos los arquitectos de nuestro destino, y con cada paso, tenemos la oportunidad de construir un futuro lleno de posibilidades.

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