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Miércoles, 10 Septiembre 2025
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La fuerza de la compasión en tiempos de sufrimiento

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, UJPll / Doctor en Humanidades, UPF Agosto 14, 2025

En un mundo lleno de conflictos, desigualdades y dolores, la compasión emerge como un acto fundamental, un puente que conecta corazones y restaura la esperanza.

La humanidad ha enfrentado padecimientos desde tiempos inmemoriales. La historia está repleta de guerras devastadoras, pandemias que arrasan comunidades enteras, hambrunas que dejan a miles sin nada, y discriminaciones que hieren la dignidad de muchos. Sin embargo, en medio de esa oscuridad, la compasión brilla como una luz que nos recuerda quiénes somos en esencia: seres humanos con la capacidad de empatía y solidaridad.

La compasión no es solo un sentimiento pasajero. Es una actitud activa que requiere esfuerzo, conciencia y compromiso. Implica ponerse en el lugar del otro, sentir su dolor y actuar para aliviarlo. Como dijo Albert Schweitzer, “La ética de la compasión es la base de toda verdadera humanidad”. La compasión, entonces, se convierte en un imperativo ético, una necesidad que va más allá de la moral individual y se extiende al bienestar colectivo. Sin ella, la sociedad se vuelve fría, indiferente y deshumanizada.

En tiempos de crisis global, como el actual, la importancia de la compasión se hace aún más evidente. La pandemia del COVID-19 nos mostró cuán frágil es nuestra estructura social y cuán dependientes somos unos de otros.

La solidaridad y la empatía se convirtieron en las armas más poderosas para enfrentar el sufrimiento colectivo. La frase de Martin Luther King Jr. resuena con fuerza: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacer eso”. La compasión actúa como esa luz que puede disipar la sombra del dolor y la desesperanza.

La historia también nos deja ejemplos de cómo la compasión puede transformar sociedades enteras. La vida de Madre Teresa de Calcuta es un testimonio vivo de ello. Ella dedicó su vida a aliviar el sufrimiento de los más pobres y vulnerables. Su ejemplo muestra que, incluso en circunstancias adversas, la compasión puede ser un acto de heroísmo. Ella afirmaba: “El amor y la compasión son necesidades, no lujos. Sin ellos, la humanidad no puede sobrevivir”. Sus acciones nos inspiran a entender que la compasión no es solo un valor ético, sino también una fuerza transformadora que puede cambiar vidas.

La desigualdad social es otra de las heridas abiertas en el cuerpo de la humanidad. La pobreza, la exclusión y la discriminación generan sufrimiento que muchas veces pasa desapercibido para quienes viven en la comodidad.

La compasión nos llama a actuar y a luchar contra esas injusticias. La educación en la empatía y la justicia social debe formar parte de esa lucha. Solo así podremos construir un mundo más justo, donde cada ser humano tenga la oportunidad de vivir con dignidad. Pepe mi consejero y coaching me dijo debemos construir pedagogía con solidos valores cristianos, solo así podemos asegurarnos el futuro ético de la niñez que crece. 

La compasión también tiene un papel importante en la relación con el medio ambiente y los seres no humanos. La destrucción del planeta y el sufrimiento de los animales son manifestaciones de una falta de empatía hacia la vida en todas sus formas.

La frase de Pythagoras, “La naturaleza no es un lugar para visitar, es nuestro hogar”, nos invita a cultivar una relación más respetuosa y compasiva con nuestro entorno. La verdadera empatía debe extenderse más allá de lo humano, reconociendo que todos los seres vivos compartimos un mismo destino.

El mundo de las religiones y filosofías también ha resaltado en sus enseñanzas la importancia de la compasión.

El budismo, por ejemplo, enseña que la compasión es la raíz de la iluminación. Jesús predicó el amor al prójimo como la máxima expresión de la fe. El islam habla de la misericordia de Alá, y en el judaísmo, la justicia y la misericordia están entrelazadas.

Estas tradiciones muestran que la compasión no es solo un valor moral, sino también un camino hacia la paz interior y la armonía social. Nos enseñan que, en última instancia, la compasión es una vía para alcanzar la plenitud.

No obstante, en la era moderna, mantener viva esa llama de la compasión no es sencillo. La tecnología, aunque facilita la comunicación, puede hacer que las relaciones humanas sean superficiales y desprovistas de empatía genuina.

La rutina, el estrés y la indiferencia pueden apagar esa chispa interior. La frase de Albert Einstein, “La verdadera medida de la inteligencia es cómo manejamos nuestro sufrimiento y el de los demás”, nos invita a reflexionar: la verdadera inteligencia y humanidad se reflejan en nuestra capacidad de responder con compasión ante el dolor ajeno.

La educación en la compasión debe comenzar desde temprana edad. Las escuelas, las familias y las comunidades tienen la responsabilidad de cultivar valores de empatía, respeto y solidaridad en los niños y jóvenes.

Solo así podremos construir una sociedad donde el padecimiento de uno sea considerado como propio. Como dijo Anne Frank, “En el corazón de todos los seres humanos, hay una chispa de compasión que puede encenderse en cualquier momento si se le da la oportunidad”. Esa chispa puede convertirse en un fuego que ilumine las horas más oscuras.

La compasión también implica un compromiso con la justicia social. No basta con sentir empatía; hay que actuar. La lucha contra la desigualdad, la discriminación y la violencia requiere acciones concretas. La solidaridad no debe ser solo una palabra, sino un acto diario.

La historia está llena de ejemplos de individuos y comunidades que se levantaron para defender a los marginados. La justicia social y la compasión van de la mano. Son las dos caras de una misma moneda que busca la dignidad y el respeto para todos.

El compromiso ético con la compasión también nos invita a pensar en el bienestar de los seres no humanos y del planeta.

La crisis ecológica y el sufrimiento animal son expresiones de una falta de empatía que nos hace vulnerables. La frase de Gandhi, “La verdadera ecología consiste en aprender a convivir con toda la vida en armonía”, nos llama a repensar nuestra relación con la naturaleza y a actuar con responsabilidad y amor hacia todos los seres vivos.

La compasión no es solo un valor personal; es una fuerza social que puede impulsar cambios profundos.

Cuando la empatía se transforma en acción, puede derribar muros de odio y construir puentes de entendimiento.

La historia ha demostrado que los movimientos sociales basados en la empatía y la solidaridad han logrado cambios significativos. La lucha contra el apartheid, los movimientos por los derechos civiles, y las campañas en favor del medio ambiente son ejemplos claros de cómo la compasión puede mover montañas.

En la actualidad, la globalización nos conecta de formas que antes parecían imposibles. Sin embargo, esa misma conectividad puede acarrear una indiferencia generalizada.

La distancia física y cultural puede traducirse en una desconexión emocional. La verdadera compasión requiere esfuerzo consciente por entender y valorar las experiencias del otro, aunque sean diferentes a las nuestras. La frase de Lao Tsé, “La verdadera virtud consiste en actuar con compasión”, nos recuerda que la virtud no es solo una cualidad, sino una acción constante.

El arte, la literatura y la música también juegan un papel importante en despertar la conciencia compasiva. Muchas obras nos invitan a reflexionar sobre el sufrimiento y la belleza de la empatía. La poesía de Pablo Neruda, la música de Beethoven, las pinturas de Van Gogh expresan en su esencia esa sensibilidad que nos conecta con la humanidad compartida. La creatividad y la cultura son herramientas poderosas para cultivar la compasión y promover cambios sociales.

En definitiva, la compasión debe ser vista como un acto de resistencia frente a la indiferencia y la crueldad.

Es un acto de valentía que nos invita a mirar más allá de nuestros propios intereses y a reconocer la dignidad de cada ser humano y de toda forma de vida. Como dijo el poeta Khalil Gibran, “La belleza de la vida no está en la ausencia de sufrimiento, sino en la manera en que respondemos a él con amor y compasión”.

La humanidad necesita urgentemente esos gestos de empatía y solidaridad. La compasión no solo alivia el sufrimiento, sino que también nos hace mejores, más conscientes y más humanos.

Es un imperativo ético, un acto de amor que puede transformar el dolor en esperanza. La compasión, en su esencia más pura, es la fuerza que puede cambiar nuestro mundo y encaminarnos hacia un futuro más justo y solidario.

Solo con amor, empatía y compromiso podemos superar los padecimientos que aquejan a la humanidad. La compasión es la semilla que puede florecer en acciones concretas y generar un efecto multiplicador.

En tiempos difíciles, recordemos que todos somos responsables de sembrar esa semilla en nuestros corazones y en nuestras comunidades. Porque, como dijo el Papa Francisco, “El amor es la fuerza más poderosa que existe. Cuando uno ama, todo cambia”.

La humanidad necesita urgentemente esos gestos de empatía y solidaridad. La compasión no solo alivia el sufrimiento, sino que también nos hace mejores personas.

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