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¿Rezo como los loros o con el corazón?

By Redacción Mayo 12, 2021

Catequesis en audiencia general, miércoles 14 de abril, 2021. 

 

La Iglesia es una gran escuela de oración. Muchos de nosotros hemos aprendido a silabear las primeras oraciones estando sobre las rodillas de los padres o los abuelos. Quizá custodiamos el recuerdo de la madre y del padre que nos enseñaban a recitar las oraciones antes de ir a dormir. Esos momentos de recogimiento son a menudo aquellos en los que los padres escuchan de los hijos alguna confidencia íntima y pueden dar su consejo inspirado en el Evangelio. Después, en el camino del crecimiento, se hacen otros encuentros, con otros testigos y maestros de oración. Hace bien recordarlos.

La vida de una parroquia y de toda comunidad cristiana está marcada por los tiempos de la liturgia y de la oración comunitaria. Ese don que en la infancia hemos recibido con sencillez, nos damos cuenta de que es un patrimonio grande, un patrimonio muy rico, y que la experiencia de la oración merece ser profundizada cada vez más. El hábito de la fe no es almidonado, se desarrolla con nosotros; no es rígido, crece, también a través de momentos de crisis y resurrecciones; es más, no se puede crecer sin momentos de crisis, porque la crisis te hace crecer: entrar en crisis es un modo necesario para crecer. Y la respiración de la fe es la oración: crecemos en la fe tanto como aprendemos a rezar. Después de ciertos pasajes de la vida, nos damos cuenta de que sin la fe no hubiéramos podido lograrlo y que la oración ha sido nuestra fuerza. No solo la oración personal, sino también la de los hermanos y de las hermanas, y de la comunidad que nos ha acompañado y sostenido, de la gente que nos conoce, de la gente a la cual pedimos rezar por nosotros.

En la Iglesia hay monasterios, hay conventos, ermitas, donde viven personas consagradas a Dios y que a menudo se convierten en centros de irradiación espiritual. Son comunidades de oración que irradian espiritualidad. Son pequeños oasis en los que se comparte una oración intensa y se construye día a día la comunión fraterna. Son células vitales, no solo para el tejido eclesial sino para la sociedad misma.

Todo en la Iglesia nace en la oración, y todo crece gracias a la oración. Cuando el Enemigo, el Maligno, quiere combatir la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndole rezar. Por ejemplo, lo vemos en ciertos grupos que se ponen de acuerdo para llevar adelante reformas eclesiales, cambios en la vida de la Iglesia… Están todas las organizaciones, están los medios de comunicación que informan a todos… Pero la oración no se ve, no se reza. La oración es la que abre la puerta al Espíritu Santo, que es quien inspira para ir adelante. Los cambios en la Iglesia sin oración no son cambios de Iglesia, son cambios de grupo. Si cesa la oración, por un momento parece que todo pueda ir adelante como siempre -por inercia-, pero poco después la Iglesia se da cuenta de haberse convertido en un envoltorio vacío, de haber perdido el eje de apoyo, de no poseer más la fuente del calor y del amor.

Sin la fe, todo se derrumba; y sin la oración, la fe se apaga. Fe y oración, juntas. No hay otro camino.

Las mujeres y los hombres santos no tienen una vida más fácil que los otros, es más, ellos también tienen sus problemas que afrontar y, además, a menudo son objeto de oposiciones. Pero su fuerza es la oración, que sacan siempre del “pozo” inagotable de la madre Iglesia. Con la oración alimentan la llama de su fe, como se hacía con el aceite de las lámparas. Y así van adelante caminando en la fe y en la esperanza. Los santos, que a menudo a los ojos del mundo cuentan poco, en realidad son los que lo sostienen, no con las armas del dinero y del poder, de los medios de comunicación, etc., sino con las armas de la oración.

Es una pregunta que nosotros cristianos tenemos que hacernos: ¿rezo? ¿Rezamos? ¿Cómo rezo? ¿Cómo los loros o rezo con el corazón? ¿Cómo rezo? ¿Rezo seguro de que estoy en la Iglesia y rezo con la Iglesia, o rezo un poco según mis ideas y hago que mis ideas se conviertan en oración? Esta es una oración pagana, no cristiana.

Y esta es una tarea esencial de la Iglesia: rezar y educar a rezar. Transmitir de generación en generación la lámpara de la fe con el aceite de la oración. La lámpara de la fe que ilumina, que organiza las cosas realmente cómo son, pero que puede ir adelante solo con el aceite de la oración. De lo contrario se apaga. Sin la luz de esta lámpara, no podremos ver el camino para evangelizar, es más, no podremos ver el camino para creer bien; no podremos ver los rostros de los hermanos a los que acercarse y servir; no podremos iluminar la habitación donde encontrarnos en comunidad…

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