San Agustín afirma que Ananías era sacerdote, y en la tradición hagiográfica se lo señala como obispo de Damasco, y evangelizador de Eleutherópolis. Se lo identifica también con uno de los 70 discípulos mencionados por Lucas, y por lo tanto discípulo directo del Señor. Según una “Passio” griega, murió mártir, lapidado por orden del juez Licinio. Ninguno de estos datos puede verificarse, y debe tenerse presente que las comunidades cristianas gustaban de prestigiarse identificando a su fundador local con uno de los anónimos 70 (o 72) discípulos, o bien retrotrayéndose a un personaje conocido por el Nuevo Testamento, así que este tipo de datos es siempre sospechoso de ser invención legendaria, y es preferible tomarlo como meras tradiciones de colorido local.
El Martirologio actual lo inscribe el 25 de enero… En Damasco se conserva una capilla subterránea, resabios de una basílica bizantina construida sobre la supuesta casa en la que Ananías bautizó al Apóstol de los Gentiles…” (Ver Ananías. Evangelio del día en www.evangeliumtagfuertag.org).
Ananías es llamado por nuestro Señor para acompañar a Saulo en su conversión. Con la ayuda de Ananías y la propia curiosidad de Saulo, éste reconoce la mano de Dios en su vida. Cuando las escamas caen de los ojos de Saulo, él puede ver verdaderamente y comenzar a buscar al Señor. Aprende de Ananías lo que significa conocer y servir a Jesús con un corazón amoroso. Con el acompañamiento de Ananías y la comunidad de fe en sus inicios, Saulo puede dar testimonio de Jesús con total abandono. Conocemos a Saulo como San Pablo, un verdadero formador de discípulos, todo un discípulo misionero. Tenemos la bendición de que sus cartas se conserven para nosotros en el Nuevo Testamento, para que también, como San Pablo, podamos escuchar y responder al llamado de Jesús para ser sus discípulos y acompañar a otros.
Así como San Pablo necesitaba que Ananías lo acompañara en su relación con Jesucristo, cada persona que se acerca a la Iglesia necesita un compañero que le ayude a encontrar a Jesucristo, su Evangelio y sus enseñanzas. El Papa Francisco afirma: “La Iglesia tendrá que iniciar a todos, sacerdotes, religiosos y laicos, en este 'arte del acompañamiento'” (EG 169). El compañerismo, también llamado acompañamiento, es importante para la formación en la fe de todos: nuestros niños, jóvenes, adultos y familiares; y es fundamental para la vida y el servicio de la parroquia en todos sus ámbitos y en la pastoral (catequesis, liturgia, social, etc).
Preguntémonos hoy, desde la experiencia de Ananías: ¿A quién acompañamos con fe y amor caritativo en este momento? ¿Hemos invitado, al menos, a alguien recientemente a unirse a nosotros en la celebración eucarística dominical? Durante nuestra vida ¿somos conscientes de aquellos a quienes debemos acompañar? ¿Cómo lo hacemos? ¿Qué podemos aprender de Ananías, maestro y guía del que sería guía y maestro por excelencia en la Iglesia, de los comienzos?