Face
Insta
Youtube
Whats
Viernes, 26 Abril 2024
Suscribase aquí

Sagradas Escrituras: La Pascua

By Pbro. Mario Montes M. Mayo 18, 2022

¿Qué significa la Pascua? Originalmente la Pascua (en hebreo Pésaj) en el antiguo Israel, era una fiesta agrícola (o pastoril) que ya existía en época cananea, celebrada el día 14 del primer mes del año judío (llamado Abib antes del destierro babilónico y Nisán después del destierro) y que pone fin al tiempo del desierto, al comer los frutos de la tierra y ya no el maná bajado del cielo. Así lo narra el libro de Josué (Jos 5,10-11). Posteriormente, se vincula esta fiesta con la cena del cordero y con la comida de los panes ázimos (sin levadura), estableciéndose ambas como conmemoración del acontecimiento salvador del paso por el Mar Rojo, cuando Dios libera al pueblo de Israel de la esclavitud egipcia y lo conduce al desierto del Sinaí.

En los libros del Éxodo, Números y Deuteronomio tenemos las primeras alusiones a la fiesta de Pascua (Ex 12; Núm 9; Dt 16,1-8). En la época de la monarquía hay indicios de la celebración de la fiesta realizada por Salomón (1 Rey 9,25; 2 Crón 8,13) y en tiempo de la reforma de Josías se comienza a transformar en fiesta de peregrinación en la ciudad de Jerusalén (2 Rey 23,21-23). El judaísmo rabínico llegó a establecer normas muy precisas para la celebración de la pascua en el templo de Jerusalén, enfatizando el sacrificio. Así lo expresa un texto llamado la Misná:

“El cordero pascual era sacrificado por tres grupos, como está escrito: lo inmolará toda la asamblea de la congregación de Israel: asamblea, congregación, Israel. Cuando entraba el primer grupo, se llenaba el atrio. Cuando se cerraban las puertas del atrio, tocaban el sofar, luego la trompeta clamorosamente y luego de nuevo el sofar. Los sacerdotes estaban en pie formando dos filas y teniendo en sus manos vasos de plata y de oro. Una fila tenía todos los vasos de plata y la otra, todos de oro. No estaban mezclados. Los vasos no disponían de base a fin de que no los pudieran posar y se coagulara la sangre. Un israelita lo inmolaba, el sacerdote recibía (la sangre) y la entregaba a su compañero y éste al suyo, recibía el (vaso) lleno y devolvía el vacío. El sacerdote que estaba más cercano al altar la vertía de una vez sobre las brasas (del altar)” (Misná Pesahim 5,5-6).

Todo este rito de sangre era parte del sacrificio del cordero, realizado por la familia en el templo junto a los sacerdotes. La segunda parte de la celebración, se realizaba en las casas mediante una cena íntima, en la que se comía el cordero sacrificado, los panes ázimos, las hierbas amargas y cuatro copas de vino. Cada elemento de la cena tenía un significado específico, que hacía memoria del gran acontecimiento liberador del éxodo. Este significado salvífico de la pascua estará siempre presente en el judaísmo, como bien lo indica otro texto rabínico llamado el Tárgum: “Esta es la noche de la pascua para el nombre de Yahvé (el Señor), noche reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo largo de sus generaciones” (Targum de Éxodo 12, 41-42)

 

La pascua cristiana

 

La fiesta principal de los cristianos es la Pascua, en la que se celebra el gran acontecimiento de la resurrección de Jesús, el Señor. Los evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas (Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20), nos relatan la “última cena” celebrada por Jesús junto a sus discípulos, como una cena de pascua. Está presente el pan ázimo, dos copas de vino (Lc 22,17-18.20) y unas bendiciones, pero el significado nuevo dado por Jesús a la comida, es el anuncio de su propia muerte; ya no se conmemorará la salida de Egipto, sino la muerte del Señor como sacrificio pascual. La idea del sacrificio pascual la desarrollará más el Evangelio de San Juan, como escucharemos el próximo Viernes Santo, al mostrar a Jesús como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29; 19,28).

En efecto, el cuarto evangelio hace coincidir la muerte de Jesús con el sacrificio de los corderos pascuales en el templo de Jerusalén. Así en Jn 19,14 al momento de su sentencia a muerte y luego en Jn 19,36 aplicando a Jesús lo prescrito sobre los corderos en las leyes de Éx 12,46 y Núm 9,12. Es decir, Jesús muere al mismo tiempo en que las familias judías acudían al templo a sacrificar a los corderos para celebrar la pascua.

Esta teología del cordero pascual del cuarto evangelio, marcará profundamente el cristianismo primitivo y san Pablo en su Primera Carta a los Corintios la desarrollará diciendo: “Despójense de la vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad” (1 Cor 5,7-8).  Así mismo la Primera Carta de Pedro exhorta diciendo: “Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto” (1 Ped 1,18-19). Tanto la Primera Carta a los Corintios como la Primera Carta de Pedro insisten en la importancia del sacrificio redentor de Jesús. Su muerte dada gratuitamente para todo el mundo tiene un valor expiatorio (es decir, purificador), superior a todos los sacrificios y leyes del antiguo Israel.

“Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la muerte, sino la del amor y la de la entrega de sí mismo que da vida” (Papa Francisco, Audiencia general del 27 de marzo de 2013). “En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz ‘para nosotros’. El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, ofrece en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros, para habitar entre nosotros” (Papa Francisco, Audiencia general del 27 de marzo de 2013).

“Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro –, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente” (Papa Francisco, Homilía vigilia pascual 30 de marzo de 2013).

 

Síganos

Face
Insta
Youtube
Whats
puntosdeventa
Insta
Whats
Youtube
Dignitas Infinita
Image
Image
Image
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad