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Sagradas Escrituras: Los esposos salvadores

By Pbro. Mario Montes M. Agosto 27, 2022

Estamos presentando a una especial pareja de esposos, Priscila y Áquila, amigos y colaboradores del Apóstol San Pablo, desde el texto de Hech 18,1-2 y de la mano del Papa emérito Benedicto, en una presentación bellísima que hizo de ambos esposos, en la audiencia general del miércoles 7 de febrero del año 2007, allá en Roma. Hoy seguimos con la historia final de este matrimonio y de San Pablo con ellos, gracias al aporte del Pbro. Ariel Álvarez Valdés, biblista y teólogo de Argentina, que dedicó uno de sus artículos en honor de ellos, al presentarnos cómo ambos salvaron de la muerte a San Pablo, hasta “arriesgar sus vidas para salvarme”, como él mismo lo confiesa agradecido en Rom 16,3-5. Veamos lo que sucedió:

“A mediados del año 55 estalló en Éfeso una revuelta, que terminó con Pablo en la cárcel. Si bien ya había estado preso en otras oportunidades, esta vez llegó a temer lo peor. Él mismo, en una carta que escribió desde su celda, confiesa a los filipenses que se sentía cerca de la muerte y esperaba derramar pronto su sangre por Cristo (Filip 1,20-21).

El terror que le provocó aquel encarcelamiento fue tan grande, cuando quedó libre, escribió a los corintios diciéndoles: No queremos que ignoren, hermanos, la aflicción que pasamos en Asia (es decir, en Éfeso); fue una prueba tan dura, por encima de nuestras fuerzas, que hasta perdimos la esperanza de continuar con vida, pues teníamos sobre nosotros la sentencia de muerte (2 Cor 1,8-9).

Y cuando Pablo ya pensaba que su ejecución era inminente, llegaron los esposos Prisca y Aquila quienes, arriesgando sus vidas, lograron liberarlo. ¿Qué fue lo que hicieron? ¿Cómo lo salvaron? Nunca lo sabremos. Sí sabemos que meses más tarde Pablo tuvo que marcharse de Éfeso y no pudo regresar jamás. Pero nunca olvidó lo que aquellos  esposos hicieron. Por eso tiempo después, hallándose en Corinto, escribió una carta a Éfeso, que hoy se conserva al final de la Carta a los Romanos, en cuya despedida dice: Saluden a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Cristo Jesús; ellos arriesgaron sus cabezas para salvarme (Rom 16,3).

Este es el último recuerdo agradecido del gran apóstol, a aquella admirable pareja de esposos. Había compartido con ello cinco años y medio de su carrera evangelizadora. Y no los volvió a ver nunca más. Tampoco nosotros volvemos a saber nada de ellos, porque en este punto Prisca y Áquila desaparecen de la historia” (Ariel Álvarez Valdés. Enigmas de la Biblia 11. ¿Cuál fue el matrimonio que salvó la vida de San Pablo? Ediciones San Pablo, pp.85-95)

 

Prosigue el Papa emérito Benedicto XVI:

 

“¡Qué extraordinario elogio de esos dos cónyuges encierran esas palabras! Lo hace nada más y nada menos que el apóstol san Pablo, el cual define explícitamente a los dos como verdaderos e importantes colaboradores de su apostolado. La alusión al hecho de que habían arriesgado la vida por él se refiere probablemente a intervenciones en favor de él durante alguno de sus encarcelamientos, quizá en la misma Éfeso (cf. Hch 19, 23; 1 Co 15, 32; 2 Co 1, 8-9). Y el hecho de que san Pablo, además de su gratitud personal manifieste la gratitud de todas las Iglesias de la gentilidad, aunque la expresión pueda parecer una hipérbole, da a entender cuán amplio era su radio de acción o por lo menos su influjo en beneficio del Evangelio.

La tradición hagiográfica posterior dio una importancia muy particular a Priscila, aunque queda el problema de una identificación suya con otra Priscila mártir. En todo caso, en Roma tenemos una iglesia dedicada a santa Prisca, en el Aventino, y también las catacumbas de Priscila, en la vía Salaria. De este modo, se perpetúa el recuerdo de una mujer que fue seguramente una persona activa y de gran valor en la historia del cristianismo romano.

Ciertamente, a la gratitud de esas primeras Iglesias, de la que habla san Pablo, se debe unir también la nuestra, pues gracias a la fe y al compromiso apostólico de fieles laicos, de familias, de esposos como Priscila y Áquila, el cristianismo ha llegado a nuestra generación. No sólo pudo crecer gracias a los Apóstoles que lo anunciaban. Para arraigar en la tierra del pueblo, para desarrollarse ampliamente, era necesario el compromiso de estas familias, de estos esposos, de estas comunidades cristianas, de fieles laicos que ofrecieron el "humus" al crecimiento de la fe. Y sólo así crece siempre la Iglesia.

Esta pareja demuestra, en particular, la importancia de la acción de los esposos cristianos. Cuando están sostenidos por la fe y por una intensa espiritualidad, su compromiso valiente por la Iglesia y en la Iglesia resulta natural. La comunión diaria de su vida se prolonga y en cierto sentido se sublima al asumir una responsabilidad común en favor del Cuerpo místico de Cristo, aunque sólo sea de una pequeña parte de este. Así sucedió en la primera generación y así seguirá sucediendo.

De su ejemplo podemos sacar otra lección importante: toda casa puede transformarse en una pequeña iglesia. No sólo en el sentido de que en ella tiene que reinar el típico amor cristiano, hecho de altruismo y atención recíproca, sino más aún en el sentido de que toda la vida familiar, en virtud de la fe, está llamada a girar en torno al único señorío de Jesucristo. Por eso, en la carta a los Efesios, san Pablo compara la relación matrimonial con la comunión esponsal que existe entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5, 25-33).

Más aún, podríamos decir que el Apóstol indirectamente configura la vida de la Iglesia con la de la familia. Y la Iglesia, en realidad, es la familia de Dios. Por eso, honramos a Áquila y Priscila como modelos de una vida conyugal responsablemente comprometida al servicio de toda la comunidad cristiana. Y vemos en ellos el modelo de la Iglesia, familia de Dios para todos los tiempos” (Benedicto XVI. Audiencia general, miércoles 7 de febrero de 2007; Roma).

Preguntémonos: ¿Qué nos llama más la atención de estos esposos? ¿Cómo cambiaron ellos la vida de San Pablo? ¿Qué hicieron por la Iglesia en sus comienzos y por San Pablo mismo? ¿Cuáles virtudes de estos esposos, son dignas de imitar por los matrimonios actuales y especialmente por los laicos y catequistas de nuestras parroquias?

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