Los doce discípulos de Éfeso que sólo conocían el bautismo de Juan, representan un caso curioso. El episodio evoca el acontecimiento semejante al de los bautizados de Samaria, que todavía no habían recibido el Espíritu Santo (ver Hech 8,14-17) y resalta que el Espíritu Santo con el carisma es el rasgo que caracteriza a la comunidad de Jerusalén frente a la de Juan (vv. 4-6).
Sin embargo, tenemos una vía mejor de explicación en la estrecha afinidad con el caso Apolo, aquel hombre elocuente y muy versado en las Escrituras (Hech 18,24-28), y parece plausible la hipótesis de ver ahí un resto del movimiento del Bautista, que se habría prolongado como un movimiento paralelo y acaso rival del cristianismo. ¡Una lección de ecumenismo! Una Iglesia viva y plural ejerce una atracción espontánea sobre los grupos marginales, que ven en la incorporación una posibilidad de crecimiento.
Pues bien, de los diversos episodios que San Lucas cuenta de esta estancia de Pablo en Éfeso, el Apóstol se encuentra con unos doce hombres que eran creyentes, pero que sólo han recibido el bautismo de Juan Bautista y no conocen al Espíritu Santo. Probablemente se cuenta este caso para dar a entender lo que tendrían que hacer otros que están en las mismas circunstancias, como discípulos del Bautista.
Pablo les instruye amablemente sobre la relación entre el bautismo de Juan y la fe en Jesús. Estos doce aceptan la fe, son bautizados de nuevo, esta vez en el nombre de Jesús, y reciben el Espíritu con la imposición de manos de Pablo, que provoca un nuevo pentecostés, como el de Jerusalén (Hech 2,4), o el de Samaria, como hemos mencionado (Hech 8,14-17). El Espíritu suscita en ellos el carisma de las lenguas y de las profecías.
Hoy
Como en Éfeso, también entre nosotros hay situaciones muy dispares a la hora de acercarse a la fe en Jesús. De todo el libro de los Hechos de los Apóstoles tendríamos que aprender cómo ayudar a cada persona, desde su situación concreta, y no desde unos tópicos generales que sólo están en los libros, a llegar hasta Jesús: los judíos de la sinagoga (Hech 9,19-21), o el eunuco que viaja a su patria (Hech 8,26-40), o los pensadores griegos del Areópago (Hech 17,34), o las mujeres que van a rezar a orillas del río (Hech 16,13-14), o estos que habían recibido ya el bautismo de Juan (Hech 19,1-7).
Para todos tiene respuesta amable la comunidad cristiana. Para todos sabe encontrar el lenguaje adecuado, a partir de lo que ya conocen y aprecian. En concreto Pablo nos da un ejemplo de adaptación creativa a cada circunstancia que encuentra. En este caso, no condena el bautismo de Juan, sino que les conduce a su natural complemento, que es la fe en Jesús, el Mesías al que anunciaba el Bautista. Todo un reto para nuestra catequesis.
También nosotros deberíamos evangelizar con esta pedagogía, respetando en cada caso los tiempos oportunos, no desautorizando sin más la situación en que se encuentra cada persona, partiendo de los valores ya asimilados, y que seguramente constituyen un buen camino hacia el valor supremo que es Cristo. Como lo teníamos que haber hecho en la historia, no destruyendo, sino completando los valores culturales y religiosos que se encontraban en América o en África o en Asia. Si lo hiciéramos así, el Espíritu subrayaría, incluso con carismas, como en Éfeso, este carácter de universalidad y pedagogía personal. Porque es él quien regala a su comunidad todo lo que tiene de vida y de imaginación y de animación, evangelizando toda cultura y toda situación personal.