Los malos espíritus son aquí las fuerzas idolátricas y destructoras del sistema greco-romano (al igual que en la tradición apocalíptica). Todos los poderes espirituales del Imperio Romano (exorcistas, magos, sacerdotes y sabios), están poseídos por las fuerzas espirituales del mal (ver Ef 6,10-20) y son destruidos por éstas. Únicamente los discípulos de Jesús (como Pedro y Pablo), con la predicación del Evangelio, pueden derrotar a estas fuerzas idolátricas y destructoras y liberar a sus víctimas.
El hecho fue público y conocido en toda la ciudad, tanto por los judíos como por los griegos, apoderándose de todos un gran temor y convenciéndose de la gran potencia del nombre de Jesús (v.17). Como consecuencia, fue lo que sucedió a continuación y que nos cuenta San Lucas, de que muchos de los que habían creído venían y repudiaban abiertamente sus artes mágicas (v.18), uniéndose a ellos bastantes profesionales de la magia seguramente paganos, que, impresionados por el caso, traían sus libros y los quemaban en público, dispuestos a dejar el oficio (v.19). La quema de libros ha sido siempre un acto brutal y negativo. Aquí se presenta como signo del triunfo del Evangelio sobre la magia y las prácticas idolátricas, opresoras y destructivas que dominaban a la ciudad de Éfeso.
Añade San Lucas que el precio de los escritos quemados se calculó en unas “cincuenta mil monedas de plata” (v.19), un precio bastante elevado. La cosa, sin embargo, no debe extrañar, dada la enorme difusión, como ya indicamos más arriba, que la magia y la superstición tenían en Éfeso. Se trataba, por lo general, de pergaminos, papiros, tablillas, etc., que contenían fórmulas mágicas para infinidad de circunstancias de la vida, y que los devotos llevaban incluso, a veces, colgadas del cuello como amuletos. Parece que los neófitos o recién bautizados cristianos seguían sin haberse desembarazado totalmente de esas prácticas, de allí el fracaso de los exorcistas judíos lo que les acabó de abrir los ojos en este punto.
La magia y la fe
Si alguien intentara hacer una lista de todas las supersticiones, prácticas, creencias y magias presentes en las diferentes culturas humanas, dicha lista sería muy larga. Cualquier cosa, ser o evento puede traer buena suerte, mala suerte, tener efectos positivos o negativos. Asistimos hoy a un impresionante regreso de las prácticas mágicas, por lo que el hombre actual y sobretodo el creyente, se encuentra de frente a un verdadero y propio reto. De allí que, comentando este llamativo episodio de la vida misionera de San Pablo, el Papa Francisco nos enseña lo siguiente:
La potencia de Dios que irrumpe en Éfeso desenmascara a los que quieren usar el nombre de Jesús para hacer exorcismos, sin tener la autoridad espiritual para ello (cf. Hch 19,13-17), y revela la debilidad de las artes mágicas, que son abandonadas por un gran número de personas que eligen a Cristo y abandonan las artes mágicas (cf. Hch 19, 18-19). ¡Una auténtica sacudida para una ciudad como Éfeso, que era un centro famoso para la práctica de la magia! Lucas enfatiza así la incompatibilidad entre la fe en Cristo y la magia. Si eliges a Cristo no puedes recurrir al mago: la fe es abandono confiando en las manos de un Dios fiable, que se da a conocer no mediante prácticas ocultas, sino por revelación y con amor gratuito.
Quizás algunos de vosotros me dirá: “Ah, sí, esto de la magia es algo antiguo: hoy en día, con la civilización cristiana ya no sucede”. Pero ¡tened cuidado! Yo os pregunto: ¿Cuántos de vosotros van a que les lean el tarot?, ¿cuántos de vosotros van a que les lean las manos las adivinas o a que les echen las cartas? Incluso hoy en día, en las grandes ciudades, los cristianos practicantes hacen estas cosas.
Y a la pregunta: “Pero, ¿por qué, si crees en Jesucristo, vas al mago, al adivino, a toda esta gente?”. Responden. “Yo creo en Jesucristo pero para tener buena suerte voy también allí”. Por favor, ¡la magia no es cristiana! Estas cosas que se hacen para adivinar el futuro o adivinar muchas cosas o cambiar situaciones de la vida, no son cristianas. La gracia de Cristo te trae todo: reza y confíate al Señor… (Catequesis del Papa Francisco, 4 de diciembre 2019, Audiencia General).