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Sagradas Escrituras: Los exorcistas judíos

By Pbro. Mario Montes M. Septiembre 30, 2022

Unos exorcistas ambulantes judíos, hicieron la prueba de pronunciar el nombre del Señor Jesús sobre los poseídos por los malos espíritus, diciendo: “Yo los conjuro por ese Jesús que anuncia Pablo”. Un cierto Esceva sacerdote judío, tenía siete hijos que practicaban estos exorcismos. El espíritu malo les respondió: “Yo conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero ustedes, ¿quiénes son?”. Y el hombre poseído por el espíritu malo, abalanzándose sobre los exorcistas, los dominó a todos y los maltrató de tal manera que debieron escaparse de esa casa, desnudos y cubiertos de heridas.

Todos los habitantes de Éfeso, tanto judíos como paganos, se enteraron de este hecho y, llenos de temor, glorificaban el nombre del Señor Jesús. Muchos de los que habían abrazado la fe vinieron a confesar abiertamente sus prácticas, y un buen número de los que se habían dedicado a la magia traían sus libros y los quemaban delante de todos. Se estimó que el valor de estos libros alcanzaba a unas cincuenta mil monedas de plata. Así, por el poder del Señor, la Palabra se difundía y se afianzaba (Hech 19,13-20).

Esto es lo que nos cuenta San Lucas, en el tiempo en que san Pablo estuvo en Éfeso, realizando milagros extraordinarios, curando a los enfermos y expulsando los espíritus malos, valiéndose incluso de pañuelos y otras prendas personales (ver Hech 19,11-12), cuando ocurrió este chasco con unos exorcistas judíos, que nos enseña cómo la magia estaba extendida entre aquellos paganos y cómo es vencida por el Evangelio.

Este poder taumatúrgico de Pablo era demasiado llamativo para que no provocara intentos de plagio en algunos. De hecho, así sucedió. Algunos exorcistas judíos, hijos de un tal Esceva, perteneciente a una de las familias sacerdotales, de entre las que se solían elegir los sumos sacerdotes, habiendo visto el poder de Pablo sobre los demonios, se imaginaron que podían hacer lo mismo, con tal de emplear en sus exorcismos el nombre de aquel misterioso Jesús, predicado por Pablo. Así lo intentan hacer (vv. 13-14), pero con pésimos resultados, de modo que, desnudos y heridos, tuvieron que huir de aquella casa (vv.15-16).

Los malos espíritus son aquí las fuerzas idolátricas y destructoras del sistema greco-romano (al igual que en la tradición apocalíptica). Todos los poderes espirituales del Imperio Romano (exorcistas, magos, sacerdotes y sabios), están poseídos por las fuerzas espirituales del mal (ver Ef 6,10-20) y son destruidos por éstas. Únicamente los discípulos de Jesús (como Pedro y Pablo), con la predicación del Evangelio, pueden derrotar a estas fuerzas idolátricas y destructoras y liberar a sus víctimas.

El hecho fue público y conocido en toda la ciudad, tanto por los judíos como por los griegos, apoderándose de todos un gran temor y convenciéndose de la gran potencia del nombre de Jesús (v.17). Como consecuencia, fue lo que sucedió a continuación y que nos cuenta San Lucas, de que muchos de los que habían creído venían y repudiaban abiertamente sus artes mágicas (v.18), uniéndose a ellos bastantes profesionales de la magia seguramente paganos, que, impresionados por el caso, traían sus libros y los quemaban en público, dispuestos a dejar el oficio (v.19). La quema de libros ha sido siempre un acto brutal y negativo. Aquí se presenta como signo del triunfo del Evangelio sobre la magia y las prácticas idolátricas, opresoras y destructivas que dominaban a la ciudad de Éfeso.

Añade San Lucas que el precio de los escritos quemados se calculó en unas “cincuenta mil monedas de plata” (v.19), un  precio bastante elevado.  La cosa, sin embargo, no debe extrañar, dada la enorme difusión, como ya indicamos más arriba, que la magia y la superstición tenían en Éfeso. Se trataba, por lo general, de pergaminos, papiros, tablillas, etc., que contenían fórmulas mágicas para infinidad de circunstancias de la vida, y que los devotos llevaban incluso, a veces, colgadas del cuello como amuletos.  Parece que los neófitos o recién bautizados cristianos seguían sin haberse desembarazado totalmente de esas prácticas,  de allí el fracaso de los exorcistas judíos lo que les acabó de abrir los ojos en este punto.

 

La magia y la fe

 

Si alguien intentara hacer una lista de todas las supersticiones, prácticas, creencias y magias presentes en las diferentes culturas humanas, dicha lista sería muy larga. Cualquier cosa, ser o evento puede traer buena suerte, mala suerte, tener efectos positivos o negativos. Asistimos hoy a un impresionante regreso de las prácticas mágicas, por lo que el hombre actual y sobretodo el creyente, se encuentra de frente a un verdadero y propio reto. De allí que, comentando este llamativo episodio de la vida misionera de San Pablo, el Papa Francisco nos enseña lo siguiente:

La potencia de Dios que irrumpe en Éfeso desenmascara a los que quieren usar el nombre de Jesús para hacer exorcismos, sin tener la autoridad espiritual para ello (cf. Hch 19,13-17), y revela la debilidad de las artes mágicas, que son abandonadas por un gran número de personas que eligen a Cristo y abandonan las artes mágicas (cf. Hch 19, 18-19). ¡Una auténtica sacudida para una ciudad como Éfeso, que era un centro famoso para la práctica de la magia! Lucas enfatiza así la incompatibilidad entre la fe en Cristo y la magia. Si eliges a Cristo no puedes recurrir al mago: la fe es abandono confiando en las manos de un Dios fiable, que se da a conocer no mediante prácticas ocultas, sino por revelación y con amor gratuito.

Quizás algunos de vosotros me dirá: “Ah, sí, esto de la magia es algo antiguo: hoy en día, con la civilización cristiana ya no sucede”. Pero ¡tened cuidado! Yo os pregunto: ¿Cuántos de vosotros van a que les lean el tarot?, ¿cuántos de vosotros van a que les lean las manos las adivinas o a que les echen las cartas? Incluso hoy en día, en las grandes ciudades, los cristianos practicantes hacen estas cosas.

Y a la pregunta: “Pero, ¿por qué, si crees en Jesucristo, vas al mago, al adivino, a toda esta gente?”. Responden. “Yo creo en Jesucristo pero para tener buena suerte voy también allí”. Por favor, ¡la magia no es cristiana! Estas cosas que se hacen para adivinar el futuro o adivinar muchas cosas o cambiar situaciones de la vida, no son cristianas. La gracia de Cristo te trae todo: reza y confíate al Señor… (Catequesis del Papa Francisco, 4 de diciembre 2019, Audiencia General).

 

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