Ciertos rasgos originales se descubren en el comportamiento de estos ángeles pascuales en San Lucas. No intervienen antes que las mujeres constaten la desaparición del cadáver de Jesús (Lc 24,3). Su mensaje es un toque de atención a la reflexión sobre el acontecimiento: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?" Después del enunciado de hecho ("No está aquí, ha resucitado”), reenvían a las palabras de Jesús, que son esclarecedoras de su ausencia: "Recuerden lo que les dijo cuando estaba en Galilea" (Lc 24,6). Todo este mensaje angélico es una apelación la fe que está fundada sobre su palabra y su hecho. Son los “hechos y palabras" de Jesús que componen el evangelio de Lucas (Lc 1,1-4; Hech 1,1). Y tal evangelio es el objeto central del mensaje de los ángeles de la Pascua. Lucas se diferencia de Marcos y Mateo, porque los ángeles no les mandan a las mujeres llevar el mensaje a los discípulos -lo importante es que crean ellas, pero de hecho se lo llevan espontáneamente. Esto significa que la fe pascual es, en sí misma, comunicativa a los demás.
El Papa emérito Benedicto XVI, que hace unos meses ha pasado a la vida plena y a quien hoy queremos recordar con cariño por sus enseñanzas, nos decía lo siguiente hablando de los ángeles pascuales:
Todos los evangelistas precisan luego que, cuando las mujeres se dirigieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío, fue un ángel quien les anunció que Jesús había resucitado. En san Mateo este mensajero del Señor les dice: "No temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado; no está aquí; ha resucitado, como lo había dicho" (Mt 28, 5-6); seguidamente les muestra la tumba vacía y les encarga que lleven el anuncio a los discípulos.
San Marcos describe al ángel como "un joven, vestido con una túnica blanca", que da a las mujeres ese mismo mensaje (cf. Mc 16, 5-6). San Lucas habla de "dos hombres con vestidos resplandecientes", que recuerdan a las mujeres que Jesús les había anunciado mucho antes su muerte y resurrección (cf. Lc 24, 4-7). También san Juan habla de "dos ángeles vestidos de blanco"; es María Magdalena quien los ve mientras llora cerca del sepulcro, y le dicen: "Mujer, ¿por qué lloras?" (Jn 20, 11-13).
Pero el ángel de la resurrección tiene también otro significado. Conviene recordar que el término "ángel", además de definir a los ángeles, criaturas espirituales dotadas de inteligencia y voluntad, servidores y mensajeros de Dios, es asimismo uno de los títulos más antiguos atribuidos a Jesús mismo. Por ejemplo, en Tertuliano, en el siglo III, leemos: "Él -Cristo- también ha sido llamado "ángel de consejo", es decir, anunciador, término que denota un oficio, no la naturaleza. En efecto, debía anunciar al mundo el gran designio del Padre para la restauración del hombre" (De carne Christi, 14). Así escribe Tertuliano. Por consiguiente, Jesucristo, el Hijo de Dios, también es llamado el ángel de Dios Padre: él es el Mensajero por excelencia de su amor.
Queridos amigos, pensemos ahora en lo que Jesús resucitado dijo a los Apóstoles: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21); y les comunicó su Espíritu Santo. Eso significa que, como Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, también nosotros lo debemos ser de la caridad de Cristo: somos mensajeros de su resurrección, de su victoria sobre el mal y sobre la muerte, portadores de su amor divino. Ciertamente, seguimos siendo por naturaleza hombres y mujeres, pero recibimos la misión de "ángeles", mensajeros de Cristo: a todos se nos da en el Bautismo y en la Confirmación… (Papa Benedicto XVI. Oración del Regina Cæli. Castel Gandolfo. Lunes del Ángel 5 de abril de 2010).