La discriminación sigue estando demasiado presente en varios niveles de la vida social; se alimenta de los prejuicios, la ignorancia y una cultura que lucha por comprender el valor inestimable de cada persona”.
En particular, afirma, seguir considerando la discapacidad -que es el resultado de la interacción entre las barreras sociales y las limitaciones de cada persona- como si fuera una enfermedad, contribuye a mantener sus vidas separadas y alimenta el estigma en su contra.
Pero la peor discriminación, como señala el Santo Padre, es la “falta de atención espiritual”, que a veces se ha manifestado en la negación del acceso a los sacramentos que, por desgracia, algunos de ustedes han experimentado”, al respecto, el Papa dice que el Magisterio es muy claro en este asunto y recientemente el Directorio para la Catequesis declaró explícitamente que “nadie puede negar los sacramentos a las personas con discapacidad”.
Nadie tan frágil que no pueda rezar
Francisco recuerda que todos estamos llamados a la santidad y que el encuentro con Jesús -como se cuenta en tantos episodios bíblicos- transforma profundamente la vida de las personas para que emprendan un camino de testimonio.
A continuación, confía, de manera especial, la misión que nace de la oración, utilizando el ejemplo de un maestro en contemplación:
Sé que algunos de ustedes viven en condiciones extremadamente frágiles. Pero me gustaría dirigirme a ustedes y pedirles que recen. El Señor escucha atentamente la oración de los que confían en Él. Que nadie diga: “No sé rezar”, porque, como dice el Apóstol, “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque como no sabemos orar como conviene, él mismo intercede por nosotros con gemidos inexplicables” (Rm 8,26).
Santa Teresa de Ávila escribió que "en tiempos difíciles se necesitan amigos fuertes de Dios para apoyar a los débiles". La época de la pandemia nos ha mostrado claramente que todos somos vulnerables: “Nos hemos dado cuenta de que todos estamos en el mismo barco, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”. La primera forma de hacerlo es rezar. Todos podemos hacerlo; e incluso si, como Moisés, necesitamos apoyo (cf. Ex 17,10), estamos seguros de que el Señor escuchará nuestra súplica.