El III Congreso Nacional de Prevención de los Abusos, se celebró del 21 al 24 de agosto en la Sede Central de la Universidad Católica de Costa Rica, en Moravia. Contó con la participación de María Inés Franck, experta en temas de abusos.
Ella actualmente, labora como directora de Políticas de Prevención del Pontificio Consejo para la Protección de los Menores de la Santa Sede. Además, es la directora de Políticas de Prevención del Consejo Latinoamericano del Centro de Investigación y Formación para la Protección del Menor.
De su amplia formación, puede mencionarse que es psicóloga y abogada, licenciada en Ciencias Políticas y en Relaciones Internacionales, licenciada en Derecho Canónico y especialista en Doctrina Social de la Iglesia.
Se puede tender a minimizar el problema o bien caer en generalizaciones, ¿Cómo deben los católicos dimensionar realmente el tema de los abusos en el ámbito eclesial?
A ver, es verdad que abusos hay en todas partes, también es verdad que cuando hay un abuso perpetrado por un miembro de la Iglesia (un sacerdote, un clérigo, un religioso, un catequista…), esto tiene un peso más fuerte en general, porque uno confía en esas personas y generalmente les confía a sus hijos, cosas personales y quizá también uno los tiene demasiado idealizados. También es cierto que se supone que son personas que tienen una misión y se la toman en serio, con dedicación y compromiso.
Es cierto, pasa en todas partes, pero también habría que decir que cuando pasa en la Iglesia es más grave. Es verdad que ese argumento a veces se usa para minimizar. Creo que cuando uno toma contacto con una situación, con un caso, con una persona que ha sido víctima de abuso, ya no dice más eso, porque se da cuenta que en cada caso se encierra tanto dolor, tanto sufrimiento, no solamente por el abuso, también por la caída de la confianza que genera una situación así.
Y cuando a uno le quiebran la confianza, de la manera en que los abusos la quiebran, por alguien que se supone, digamos, es un representante de Dios, entonces no se quiebra solo la confianza en una persona concreta, se quiebra en una institución y, aun más, se perjudica la relación de la víctima con Dios.
Creo que nunca podemos minimizar lo que pase, aunque haya sido un solo caso por un solo sacerdote, es algo muy grave. Y es más serio cuando sabemos que son más casos, bastante más. Esto también nos tiene que abrir los ojos para ver cosas que hay que cambiar en la Iglesia.
Aclaro que yo no soy de esas revolucionarias progresistas que creen que hay que cambiar todo drásticamente. Sin embargo, sí hay que cambiar cosas, revelarlas, hay que señalar el clericalismo, buscar otras maneras de hacer las cosas, cuestionar a algún clérigo si hay que hacerlo… Cuestionar no está mal, uno puede cuestionar con mucho respeto a las personas y hacer un gran bien.
Entonces creo que como católicos, no podemos minimizar más y tenemos que asumir un compromiso, sobre todo como laicos. Este es un tema en el cual los laicos tenemos que intervenir y también marcar límites de cómo se han hecho las cosas hasta ahora, con respeto, con amor a la Iglesia y amor a Dios, pero marcarlos muy bien.
¿Cómo evalúa los avances logrados hasta ahora en la Iglesia?
Se ha trabajado bastante. Ahora, tampoco es suficiente, porque además se requiere un cambio cultural, y ese cambio cultural no es cuestión de un día, ni un año, ni cinco años, ni 10 años... Es cuestión de varias décadas y generaciones. Es necesario tratar estos temas y abordarlos de un modo más acorde a la realidad, más acorde a lo que está pasando y no de acuerdo a un modelo que quizás no existe o nunca existió.
No sé si me estoy expresando con claridad, se trata de un cambio de mentalidad, eso tarda. Todavía me sigo encontrando con sacerdotes que dicen: “Bueno, pero tantos protocolos, tantas políticas de protección. Al final no se puede hacer nada”. No es que no se puede hacer nada, se puede hacer mucho, se puede hacer lo mismo que se hacía antes, pero teniendo cuidados especiales. Ha habido agujeros por donde se introdujeron esos abusos. Hay que seguir haciendo, pero hay que tomarse el trabajo y el esfuerzo para hacerlo bien.
Una de las cosas que más molesta es el silencio y el encubrimiento, ¿qué responsabilidades tenemos todos como Iglesia para romperlo?
Claro, es interesante la pregunta. Imagínate que sos obispo y que un sacerdote tuyo, que es tu mano derecha, a quien vos querés como un hijo, un día lo acusan ¿Vos vas a ir a denunciarlo? Me decís que sí lo harías, pero ¿ acaso no te costaría hacerlo? Bueno, eso es un ejemplo de lo que llamamos conflicto de intereses.
A veces en las diócesis no hay otras estructuras para hacer estas denuncias, entonces la decisión queda en el obispo únicamente, quien además luego tiene que hacer él mismo la denuncia, abrir el proceso, castigar, sancionar… Para alguien que está muy vinculado afectivamente con el acusado puede ser complejo. Lo ideal sería que hubiera una estructura dedicada a esto, para que no sea solo el obispo el encargado. Por eso, se busca darle poder a los Tribunales Eclesiásticos. También el Papa pide que haya una persona en cada diócesis o un sistema para recibir denuncias de este tipo, y que justamente tengan el deber de hacer el debido proceso.
El abuso sexual dentro de la Iglesia no solo marca a una persona a nivel psicológico y emocional, también hay un daño espiritual…
Así es, se mezclan varios tipos como acabás de mencionar. El abuso sexual es quizás más brutal o que parece más brutal de todos. Personalmente, creo que es el más brutal, pero detrás hay otros tipos de abuso, porque las dinámicas y los comportamientos abusivos son complejos.
Por ejemplo, para que un niño termine siendo abusado sexualmente, por lo general se necesita toda una preparación anterior. En general el 90% de los abusos ocurren en los entornos más cercanos del niño, como la familia. No es que el niño sale a la calle y un extraño comete un abuso contra él, puede darse algún caso, pero te diría que rondan el 10% de los casos. La mayor parte de los casos son gente cercana que busca que el niño se someta, que no diga nada, no grite, no entienda qué pasa, e incluso que parezca como si se dejara o como si hiciera algo. Todo eso requiere un camino previo de preparación y en ese camino previo se juntan los distintos tipos de abuso, como el abuso de poder o el abuso de autoridad.
Por ejemplo, cuando el niño tiene una determinada imagen de un adulto, a quien el niño quiere, obedece, respeta y confía, posiblemente este niño va a hacer todo lo que el adulto le diga que haga. El adulto traiciona esa confianza, pero para esto ha preparado el camino con el objetivo de que el niño no sepa qué hacer, esté confundido y no se resista. Esto no solo ocurre con niños, también puede pasar con otros adultos como víctimas.
Dentro de la Iglesia y de instituciones religiosas en general, se maneja un tipo de poder muy particular, el poder espiritual. Es decir, si yo soy creyente, me importa mucho lo que diga el Papa, lo que diga el obispo, lo que diga el sacerdote y lo que diga la Biblia. Entonces si viene un sacerdote, en principio, yo voy a tender a confiar en sus palabras, en que sabe interpretar la Biblia, así que si él le da un sentido a la Palabra de Dios puede impulsarme a tomar determinadas decisiones, porque pienso que quiere mi bien. Eso es el abuso de conciencia, cuando se manipula la voluntad del otro, que no se da cuenta, que cree que le hacen un favor y en realidad solo toma las decisiones que quiere el abusador.
Me gustaría aprovechar y pedirle que explique los otros tipos de abuso que están detrás del abuso sexual...
Sí, hay que distinguir entre los diferentes tipos de abuso. El abuso de poder es el que ejerce alguien que está en una posición beneficiosa con respecto a otro, por ejemplo, un jefe con un subalterno, el jefe puede hacer más cosas, es posible que le crean más, que tenga más medios y recursos que el subalterno. A mí como subalterno no me sirve pelearme con mi jefe, porque eso me puede traer consecuencias, puedo perder mi empleo… son consecuencias graves. Entonces ahí puede haber abuso de poder.
El abuso de autoridad es más moral, una persona se gana el respeto de los demás, puede ser por su conocimiento, su ciencia, su habilidad, su sabiduría, su bondad… Entonces de repente alguien podría abusar de esa autoridad. De hecho, (el abusador) puede que sea una persona que haya iniciado realmente un camino de santidad y de crecimiento humano, pero en algún momento eso se tuerce, puede que no se dé cuenta o se dé cuenta y diga: “Tengo todo esto, lo puedo usar para mi beneficio”, esto ocurre mucho con las crisis.
También está el abuso de conciencia. Es cuando hay manipulación, cuando yo te conozco, sé cómo pensás, cuáles cosas te gustan, cuáles te duelen, cuáles te molestan… y lo manejo a mi gusto. Sé que si te digo una cosa vas a reaccionar de esta manera, sé que si quiero que hagas algo debo decirte esto. Entonces te manejo sin darte órdenes. Por ejemplo, te puedo llevar a un lugar frío para que te sintás mal y así poder tomar yo las decisiones y manipularte. Luego puedo decir: “Pero si yo no hice nada, fuiste vos”, aunque en realidad sí hice muchas cosas. Es el abuso de conciencia.
El abuso espiritual se da cuando ese abuso se da con medios religiosos. Por ejemplo, una frase así: “Te vas a ir al infierno si no hacés esto”, o bien: “Mira la vida de los santos, temieron irse al infierno por no hacer esto, fueron obedientes...”.
¿Por qué eventos como el Congreso en la U Católica son tan importantes?
Vamos a ver, mucha gente pensará que la Iglesia no mueve un dedo y que un Congreso como este no tiene lugar. Por supuesto, este evento es muy útil para difundir la cultura de la protección en todos los ámbitos eclesiales y más allá, pues no hablo solo de niños. Que la Iglesia no sea segura solo para niños, sino para todas las personas realmente.
Este tipo de congresos, sobre todo este, ayuda a tomar conciencia y también implica que la Iglesia se compromete, porque puede ser difícil salir públicamente a hablar de esto. Creo que esto es dar la cara por parte de la Iglesia y empezar un camino con todos los fieles, especialmente los laicos. Cuando los temas se hablan, se pueden resolver, pero cuando los temas no se hablan son un problema, y eso es lo que pasó con el abuso muchos años.
Ahora se está hablando y esto ya tiene un valor enorme, después hay que caminar muchísimo, pero. Ya esto tiene un enorme valor, entonces creo que esa es la función de estos congresos, dar la cara, hablar, concientizar, empezar un camino.