El Padre Víctor Hugo es costarricense, nació el 19 de marzo de 1963 en Hojancha, Diócesis de Tilarán. Hizo su profesión perpetua como misionero comboniano el 27 de setiembre de 1991 y fue ordenado presbítero el 8 de agosto de 1992.
Ocupó los siguientes cargos: Misionero en África Central y Párroco en Grimari (1993-1998); Formador y Superior local en el Postulantado Comboniano de Bangui (1998-2001); Delegado Provincial y Presidente de la Conferencia de Superiores Mayores de África Central (2002-2007).
Además, fue formador de postulantes en San José y Consejero de la Delegación Centroamericana (2008-2009); Superior Provincial para Centroamérica (2013-2020) y Responsable de los estudiantes sacerdotes Combonianos en Roma (2020-2022). Desde el 1 de enero de 2023 es Superior Provincial de los Misioneros Combonianos en África Central.
En una entrevista dl 2018, el sacerdote dijo que, para él, ser misionero comboniano ha significado un acontecimiento en su vida, una irrupción, algo que no había planeado ni querido, sino que ha sido la respuesta a la provocación de Dios en su vida y un camino que ha recorrido y sigue recorriendo en la confianza y en la fe.
Sobre su vocación, narró que un día, siendo todavía un niño, se levantó temprano y simplemente le dijo a su padre que quería ser sacerdote. Su papá le respondió que si Dios lo quería así sería. Así, desde muy pequeño, comenzó a dar respuesta al llamado de Dios en su vida.
El sacerdote proviene de una familia de 11 hermanos. Describe su infancia como muy feliz, a pesar de las necesidades. Recuerda que junto a la libertad que da el campo, pronto aprendió también a trabajarlo para ayudar al hogar.
En el 2019, cuando dejó de ser Provincial en Centroamérica, el Padre Víctor Hugo escribió una carta, en la que deja entrever su pasión por la misión.
“Lo que tiene un inicio necesariamente tiene un final: “todo tiene su momento y cada cosa su tiempo”. Así, ha llegado el tiempo y el momento de pasar este servicio a otros. Hay que saber cerrar círculos con la misma lucidez y confianza con la que se abren. Una mirada retrospectiva en el tiempo a veces es necesaria, otras, como la presente, es un deber de honestidad”, escribió.
“Sigamos sirviendo la misión con alegría en la discreción. La huella más profunda que dejaremos a nuestro paso depende de la honestidad con que vivimos al servicio del Evangelio. San Daniel Comboni nos dé su bendición y acompañe a todos por el camino de su fidelidad: “¡Yo muero, pero mi obra, que es obra de Dios, no morirá!” Cada uno de nosotros es misión, es la obra de Comboni en el hoy de la historia”, concluyó.