Actualmente los Pequeños Hermanos de María están presentes en las siguientes naciones: México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica (su primera presencia, hace 40 años, se dio en Atenas, a donde llegó el mismo fundador, padre Antonio), Colombia, Ecuador, Argentina, Filipinas, Hong Kong, India, Corea, Italia y Mozambique en África… No había entonces que sorprenderse, de que, con ocasión de la celebración de los cincuenta años de fundación, se diera tan notable resonancia a nivel eclesial. La Santa Sede se hizo presente con una Bendición especial de nuestro Santo Padre Francisco; la penitenciaría apostólica concedió la posibilidad de obtener la indulgencia plenaria a lo largo de todo el mes de julio, ahí en donde se celebrara el 50 aniversario de fundación; el Card. Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos y la Familia, les envió a los Pequeños Hermanos de María, un mensaje en el que se refleja todo el apoyo de la Santa Sede y toda la admiración y gratitud por la fecundidad apostólica del Movimiento ahí donde está presente.
A estos actos de presencia y de agradecida participación, de parte de las Autoridades de la Santa Sede, se añadieron la del padre General, padre Desfaye Tadesse G., de los misioneros combonianos, y de los distintos Obispos y Pastores de las Iglesias en que el Movimiento está activamente presente.
Muchas veces lo hemos constatado en la historia de la Iglesia: así son las obras de Dios: nos sorprenden porque surgen y se desarrollan más allá y a veces en contra de nuestros cálculos humanos, y con medios en que nosotros, con “sabiduría humana” no hubiéramos pensado… Cuando sin prejuicio nos acercamos al Movimiento de los Pequeños Hermanos de María, debemos afirmar con la antigua expresión: “¡digitus Dei est hic!”, “¡aquí está el dedo de Dios!”.
Su carisma
En el origen del Carisma de los PHM, está ante todo la referencia a María, como el nombre mismo lo evidencia. Ella es contemplada, admirada e imitada como modelo para todos, modelo de fe, de humildad, de vida sencilla y pobre, de tierno amor a Cristo Jesús. Ella es la “virgen oyente de la Palabra” que tomó carne en ella por el poder y el “fuego” del Espíritu Santo, siendo así portadora, sagrario, del Evangelio… Y los Pequeños Hermanos se proponen encarnar el Evangelio para así testimoniarlo e irradiarlo.
Por otro lado, está la inspiración de vivir una vida contemplativa, de oración, unida al apostolado, retomando la herencia de San Carlos de Foucauld.
Es significativo, hacía notar el Card. Kevin Farrel en su Mensaje, que este 50 Aniversario de fundación caiga en este mismo año en que la canonización de Carlos de Foucauld haya sido aprobada, el 3 de mayo pasado, por el Papa Francisco. Podemos considerarlo -continúa el Card. K. Farrel-, como un pequeño pero elocuente signo de confirmación de la Iglesia Celestial, para que todos los que, de un modo u otro, pertenezcan al Movimiento, sigan la primigenia inspiración que el Espíritu Santo otorgó al Fundador, padre Antonio. Como San Carlos de Foucauld, él también soñó para el movimiento, una vida de consagración total a Dios, llevada adelante en la pobreza, en la sencillez, en la humilde fraternidad…, en una palabra, viviendo el Evangelio, “revistiéndose de Jesús”.
El Padre Antonio lo resumió todo proponiendo y exhortando a sus Pequeños Hermanos de María: “seguir a Cristo como único Señor e imitarlo como único modelo para que su vida continúe en nosotros”.