Sin duda, la gente que perdona es menos propensa a: odiar, deprimirse, desquitarse, ser hostil, ansioso o neurótico; ya que desaparece el enojo, la amargura y la culpa; que muerden, carcomen, roen y desasosiegan.
Si nuestra máxima aspiración acá y en ultratumba es la felicidad, a ello contribuye mucho condonar, pues nos da: salud mental, empatía, serenidad, el bienestar; mejora así la autoestima y nos hace más espirituales y religiosos.
Los hermanos separados y otros arguyen 3 tesis, en contra de la reconciliación (confesión católica), que no son de recibo: 1- No hay base bíblica para que un sacerdote absuelva, 2- “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jer 17,5) y 3-La Biblia no dice que hay que confesarse con un hombre.
Base bíblica de la confesión y su delegación
Abundan los textos vetero y neotestamentarios, traigamos algunos: Lev 5,5; 5,10; 5,17: “el que cometió el delito confesará primero su pecado…el sacerdote hará la expiación por dicho pecado y persona. Y será perdonado.” Idem 16,30 y 32: “En ese día se hará expiación…así serán purificados y quedarán limpios de todos sus pecados ante Yahvé.” “El sacerdote al que hayan ungido y consagrado para ser sacerdote… hará la expiación.” Prv 28,13: “Ocultar sus faltas no conduce a nada, el que las reconoce y renuncia a ellas se hace perdonar.”
En el N.T. iniciemos con Cristo . Mt 9,2-8: “En esto le trajeron un paralítico…Viendo Jesús la fe de ellos dijo “Ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados.” Los escribas le llamaron blasfemo, Cristo les replicó: “para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados… Al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.” Notemos cómo esa facultad Jesús la traspasa a sus seguidores inmediatos y a los sacerdotes, Jn 20,21-23: “Como el Padre me envió, así los envío yo también. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo: a quienes perdonen sus pecados, serán perdonados y a quienes se los retengan, les serán retenidos.” “A ti (Pedro) te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.” He aquí el poder de la remisión delegado por Dios a quien sería la cabeza de la Iglesia, en primera instancia. Y en Mt 18,18 hallamos la delegación en sus discípulos y sus sucesores.
En consonancia Pablo afirma en II Cor 5, 19-21: “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación…poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo… en nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios ¡”
Con respecto a la segunda tesis aclaramos: 1-En la Biblia no está todo lo que creemos los cristianos, 2-Tampoco cabe la literalidad en ella (II Pe 1,20-21 y 3,16): “ninguna profecía puede interpretarse por cuenta propia…” refiriéndose a las cartas de Pablo “hay cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente -como también las Escrituras- para su propia perdición.” 3- De ahí la gran ventaja de contar los católicos con el Magisterio de la Iglesia que nos interpreta y actualiza el mensaje bíblico. 4- Claro que no creemos en Cristo y seguimos sus mandatos porque creemos en los sacerdotes, quienes tienen sus virtudes y son muchos, pero también debilidades, por ello nuestra fe en Dios no la ponemos en ellos, pero al ser investidos y consagrados para ministrar los sacramentos, son los depositarios de ese poder delegado. 5-Muchos hermanos no católicos lo fueron antes, pero se han pasado a otras religiones cristianas por una prédica o conversación con un pastor, un hombre, pocos por una experiencia mística con Dios y menos porque un ángel les trajo el mensaje de Dios como lo hizo con María Santísima y otros.
Conclusiones
El perdón da paz y salud mental, alivia la conciencia y mejora nuestra convivencia. Ese hermano reformado es quien cae en su propia trampa: “maldito el hombre que confía en el hombre”.
Por otro lado, la fórmula sacramental, doxológica y ritual aprobada y establecida por la Iglesia, que utiliza el sacerdote en la Reconciliación no es: Yo te absuelvo de tus pecados en nombre mío. Sino: “Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.” Pues el sacerdote es un instrumento, que actúa por orden y cuenta de Dios. No es él quien perdona los pecados, sino que ostenta un poder delegado, es un agente de Dios, con efectos en la tierra y la eternidad.
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