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¿Alegrarse de padecer?

By Pbro. Juan Luis Mendoza Octubre 08, 2020

El título le puede parecer al lector algo extraño, pero es san Pablo el que escribe en la carta a los colosenses, capítulo 1, versículo 24: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia”.

Otro tanto dicen los apóstoles que padecen por Jesús y su Evangelio, los mártires y otros santos, y hasta en nuestros días la niña Marisa, en proceso de beatificación, que, al darle a su madre la noticia de su ceguera, le dice: “Todo cuanto sucede es voluntad de Dios, debemos estar contentos”. Todos ellos han descubierto el sentido salvífico del dolor humano, tema de la carta apostólica de Juan Pablo II, en latín “Salvifici doloris”.

¿En qué consiste ese “sentido salvífico” que nos procura gozo al padecer por nuestra salvación y la de los demás, unidos a Cristo? El dolor es una realidad inherente a la naturaleza misma del ser humano. Lo es también en Cristo que padece y muere por nuestra salvación. Esa pasión y muerte, que se transcienden en la resurrección, son un camino hacia la gloria y la felicidad. De ahí la alegría que siente san Pablo por sus padecimientos. El dolor, y más que cualquier otra cosa asemeja a los seres humanos y los mueve a la unión y a la solidaridad. Esto ocurre muy especialmente en determinadas circunstancias de calamidades naturales, pandemias, hambre, guerra… Y todo ello unidos a Cristo con su disponibilidad, con su amor. Y del Padre: “Porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su unigénito hijo para que todo el que crea en él no perezca sino tenga vida eterna” (Juan 3,16). Juan Pablo II comenta: “Cristo se encamina hacia su propio sufrimiento, consciente de su fuerza salvífica, va obediente al Padre, pero ante todo está unido al Padre en el amor con el cual él ha amado al mundo y al hombre en el mundo. Por eso san Pablo escribirá de Cristo: “Me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2,20). Y así nosotros también”.

Así, pues, el sufrimiento humano tiene un sentido. El sufrimiento, la epidemia del Covid-19, por ejemplo, no es una desgracia. En todo caso es un mal, susceptible de convertirlo en un bien si, unidos a Cristo, a su disposición, padecemos entregándonos por completo a la permisión del Padre. Y esto por amor, ofreciéndonos, como Jesús, por nuestra salvación y la de los demás seres humanos. El dolor, así padecido, nos redime y redime al mundo.

Siendo así, cabe, es posible la alegría al padecerlo.

Last modified on Jueves, 08 Octubre 2020 11:05

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