Celebrar la Anunciación del Señor nos permite contemplar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, pero también admirar la entrega libre y total de María. El Papa Francisco nos recuerda que hay un estilo mariano en la vida de fe: “Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52-53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).” [1]
El estilo mariano contrasta de manera significativa con varias formas erróneas de ser Iglesia que a menudo prevalecen en la vida cristiana contemporánea.
El informe Percepción de la Población Costarricense sobre Valores y Prácticas Religiosas 2024, publicado por la Universidad Nacional, no es una sorpresa. Más bien, es un espejo en el que la Iglesia Católica en Costa Rica se niega a mirarse.
Hoy, apenas el 49,8% de los costarricenses se identifican como católicos, mientras que el 30,8% pertenecen a iglesias evangélicas. Más preocupante aún: solo el 35% de los jóvenes entre 18 y 24 años siguen en la Iglesia. Los demás se han ido, y la pregunta es inevitable: ¿qué hicimos para espantarlos?
Y no, no es culpa del “sesgo” del informe. Ese es el refugio cómodo de quienes prefieren negar la realidad en lugar de afrontarla. Mientras nos entretenemos en disputas institucionales, la Iglesia sigue perdiendo fieles.
La Iglesia Católica en Costa Rica parece estar desconectada. Como si estuviera en “modo avión”: con la apariencia de estar activa, pero sin recibir ni enviar señales. Lo que por definición es un cuerpo vivo, vibrante y misionero, hoy parece un sistema burocrático agotado, más preocupado por su propia estructura que por el anuncio del Evangelio.
Los programas pastorales son más de lo mismo: reciclaje de esquemas que dejaron de funcionar hace décadas. No hay creatividad, no hay audacia, no hay ganas de incomodar. Y lo peor: no hay escucha.
En el contexto de Fratelli Tutti, aparecen los numerales 42 y 43 que subrayan la preocupación de Francisco por las consecuencias de la tecnología en la comunicación humana. Esta encíclica que aboga por la fraternidad y la amistad social, analiza como estos valores se ven amenazados por la superficialidad y el aislamiento que puede provocar la interacción digital.
Francisco llama a una comunicación que trascienda las barreras de la tecnología y que recupere la humanidad perdida en el proceso. La verdadera comunicación debe fomentar el encuentro, la comprensión y la construcción de puentes entre las personas, algo que la mera conexión digital no puede lograr por sí sola.
La conmemoración del Día Mundial de Prevención del suicidio siempre es motivo para reflexionar, comprender y, sobre todo, actuar.
Este año, bajo el lema “Cambiar la narrativa sobre el suicidio”, la Organización Mundial de la Salud nos invita a replantear cómo abordamos esta cuestión tan sensible, cómo podemos contribuir a salvar vidas y, algo no menos importante, cómo podemos transformar el dolor en esperanza.
Ni debemos, ni podemos negar la evidencia y la magnitud del problema. Como país y de toda sociedad, de mayor o menor desarrollo, la situación es preocupante, pero también nos brinda una perspectiva clara sobre la importancia de la acción inmediata y mantenida.
La clave para abordar esta crisis es reconocer que, aunque el problema es relevante, no es insuperable. Cambiar la narrativa sobre el suicidio significa, antes que nada, transformar el miedo y el estigma en diálogo y acción.
Exige entender que cada intento, cada pensamiento suicida, es un grito silencioso pidiendo ayuda, un grito ante el que es obligado responder adecuadamente, en tiempo y forma.
Desde hace tiempo me intriga saber qué inspira al Papa Francisco a escribir cartas y ponerlas debajo de su querida imagen de San José Dormido, tal y como varias haces ha relatado que hace, recomendando la intercesión del glorioso protector de la Sagrada Familia y santo patrono de la Iglesia Universal. ¿Existen antecedentes históricos o relatos que arrojen luz sobre este acto de fe?