Como sucede de forma cíclica cada cierto tiempo, de nuevo hay grupos interesados en volver a colocar el tema del aborto en la agenda nacional.

Recurren para ello a costosas campañas, bien financiadas desde el exterior, que lo presentan casi como un derecho de las mujeres, cosa que no existe hasta el día de hoy.

Desconocen como siempre la tradición costarricense a favor de la vida, establecida desde las raíces mismas de la fundación de nuestro país y consagrada en la Constitución Política. “La vida humana es inviolable”: así está establecido en la Carta Magna de nuestro país.

Desde luego que en los últimos años han existido muchos intentos, abiertos y solapados, por instaurar la práctica del aborto, mediante interpretaciones, juego de palabras, directrices laxas o imprecisas y otras estrategias, sin embargo, lo cierto es que su práctica, en los casos en los que no aplica un auténtico y verdadero tema terapéutico, sigue siendo lo que es: un crimen grave y repulsivo contra un ser humano indefenso.

Se trata, como denunciaba en la cadena radial Panorama hace unos días Monseñor José Manuel Garita, Obispo de Ciudad Quesada y presidente de la Conferencia Episcopal, de intromisiones e ideologías extranjeras que han venido tomando fuerza “para restar valor a derechos sagrados, para imponer lo que pasa en otras culturas, para debilitar las bases del ser costarricense”.

Se quiere, insistía Monseñor, introducir el aborto como un derecho e incluso se le quiere llamar terapéutico a lo que no lo es: “se ha querido legalizar la eutanasia… cada vez más nuestro país parece ceder a esas presiones que pretenden imponer una cultura de descarte o de muerte”.

Frente a esta nueva arremetida, no podemos perder de vista que la vida es el primero y el más importante de todos los derechos humanos. Sin vida no podremos gozar de ningún otro derecho. Si queremos defender otros derechos y libertades, si queremos destacar como una democracia sólida y sentirnos orgullosos por otros derechos universales, no podemos dejar que la cultura de la muerte borre todo el legado histórico a favor de la vida en nuestro país.

Debemos promover y defender este principio. No podemos permitir que se cataloguen unas vidas menos importantes que otras o dejar que se pierdan unas vidas porque se considera que “no tienen futuro”.

“Promovamos una cultura en la cual apoyemos todas las iniciativas que pretendan cuidar de los no nacidos, que cuidemos a los adultos mayores, a las personas enfermas, a todas las personas que pasan alguna necesidad. Ninguna vida es más importante que otra, todas merecen respeto. Promovamos que se valore en toda su dimensión la dignidad de la persona humana”, insistía Monseñor Garita.