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La raíz de los males sociales

By Redacción Octubre 11, 2024

La creciente polarización social y política que hemos venido experimentando los costarricenses desde hace algunos años, está alcanzando niveles inéditos que ponen en riesgo conquistas democráticas históricas.

El discurso confrontativo, airado y hasta irrespetuoso de una amplia cantidad de actores de la vida pública de nuestro país, pasó de ser una excepción a convertirse en norma, por medio de la cual, casi de modo cotidiano, se alimentan las brasas del odio y la irritación social.

En un entorno tan alterado es imposible establecer canales de diálogo y negociación para alcanzar los urgentes acuerdos en campos como la lucha contra la pobreza y la desigualdad, la educación, la salud pública y la generación de empleo.

El último episodio de conflicto fue detonado por la detención, por parte de la fiscalía y el Organismo de Investigación Judicial, de los miembros de la Junta Directiva de la Caja Costarricense del Seguro Social, CCSS, por aparentes anomalías en el otorgamiento de contratos para la administración de Ebais y Áreas de Salud a varias cooperativas y una asociación de carácter privado.

En medio del fuego cruzado de las acusaciones y descalificaciones mutuas, siguen sin atenderse las numerosas carencias y limitaciones del sistema de salud pública nacional, las abultadas y crecientes listas de espera y el anunciado colapso del Régimen de Pensiones del IVM, por citar solo tres grandes problemas en este campo.

Este desenfoque de las auténticas prioridades nacionales, donde podríamos también mencionar la educación, la lucha contra la pobreza y la generación de empleo, así como de los caminos para alcanzar las rutas que permitan centrarse en ellas, es el verdadero gran conflicto que debemos resolver como nación.

Por eso, hoy más que nunca, es necesario llamar a la calma, a la prudencia y a una visión más sosegada del futuro que tenemos que construir juntos como nación, abandonando claramente las muchas malas prácticas del pasado, entre ellas la corrupción y el clientelismo político, pero construyendo el presente sobre la base del respeto y las ideas, no sobre las descalificaciones y los insultos.

Hay que hacer un alto y reflexionar adónde hemos llevado nuestro país, casi al borde de un conflicto social en el que podríamos perder la paz. No exageramos, los ánimos sociales están crispados y la razón nublada.

Las diferencias de pensamiento no pueden transformarse en odio ni en rechazo. Los intereses políticos y económicos no pueden estar por encima del bien común.

Y esto es válido también para quienes, de uno y otro lado, han convertido las redes sociales en armas de ataques personales, mentiras y desinformación, amparados en el anonimato cobarde y los -muy seguros- negocios detrás de estas nefastas maneras de comunicarse.

La administración de la justicia en nuestro país debe fortalecerse en el balance y la independencia que históricamente la han caracterizado. De ello depende, en gran medida, que podamos mantener estabilidad social y confianza en la democracia.

Hace unos días, hablando a los Movimientos Populares, el Papa Francisco rescataba ideas que bien pueden servir como iluminación en este momento tan delicado que atravesamos los costarricenses.

Recordaba el Papa algo que no cae muy bien pero que es una verdad: “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera, y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y, en definitiva, ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”.

Y la inequidad, como el odio y el egoísmo están en el corazón de las personas. No son algo que podamos manipular desde fuera, sino que se deben de trabajar adentro, por medio de procesos de conversión profundos y sinceros.

Volvemos al punto de que una persona que no haya hecho experiencia de Dios en su vida muy difícilmente pueda orientarse auténticamente al bien y la verdad. Y esto aplica no solo para los políticos y dirigentes sociales, aplica para todos y en todos los campos de las relaciones humanas, desde el trabajo y la familia, hasta la vida social y religiosa.

“Si se elimina el amor como categoría teológica, categoría ética, económica y política, perdemos el rumbo”, apuntaba el Papa en su mensaje a los Movimientos Populares.

Y en la matemática avara de la conveniencia, del individualismo y la acumulación no hay lugar para el amor. Con el velo negro del desamor, caemos siempre en alguna forma de “darwinismo social”, que es la ley del más fuerte, del que grita más, del que se impone o del que se aprovecha de su posición en detrimento de los demás. Después, -la historia así lo comprueba-, viene la indiferencia, el odio y la crueldad. Y todo esto viene del Maligno.

No dejemos que sus influencias aniden en nuestro corazón. Sigamos haciendo de la unidad y la fraternidad los rasgos de nuestra vida en sociedad.

 

 

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