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Domingo, 28 Abril 2024
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Antes del Concilio Vaticano II, la Santa Eucaristía se celebraba en latín, con el sacerdote de frente al altar (o según la perspectiva, de espaldas a la asamblea). Estas son solo dos de las características más mencionadas del rito preconciliar, que hasta entonces no había sido modificado de manera sustancial durante unos 400 años.

A diferencia de otros teólogos pastorales, evita la frase: “Es que el Concilio Vaticano II no ha sido implementado”. Al contrario, prefiere valorar los esfuerzos hechos por tantos servidores en la Iglesia y destacar los cambios de paradigmas como el protagonismo de los laicos.

El Padre Manuel Enrique Chavarría Estrada, especialista en Teología Pastoral, analizó en diálogo con el Eco Católico el impacto que tuvo este gran evento del siglo XX.

¿Sigue vigente el Evangelio? ¿Cómo llevarlo a la humanidad en la época actual? Eran preguntas que resonaban en la época. Era la primera vez que la Iglesia se dedicaba exclusivamente a responder a la cuestión pastoral, señala el Padre Chavarría.

A diferencia de otros Concilios, esta vez no se trató de defender las verdades (dogmas) ante doctrinas contrarias, en este caso se buscaba profundizar en la vivencia del Evangelio. Pablo VI decía: “Lo que importa es evangelizar, no de manera decorativa, como barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces” (cf. Evangelii Nuntiandi).

Según el Padre Chavarría, se corría el riesgo de que las personas vieran el cristianismo como una simple religión con sus normas y tradiciones, alejada cada vez más de sus raíces y que finalmente se viviera como si Dios no existiera. “Todo el engranaje del Concilio es en atención de la realidad y de dar una respuesta de acuerdo con la misión de la Iglesia, que es presentar a Jesucristo”, apunta.

El sacerdote advierte, eso sí, que las reflexiones en torno al tema pastoral habían iniciado antes. El Vaticano II buscó ser una respuesta a las inquietudes que había ante el “desencuentro” entre la sociedad moderna y la Iglesia.

“No es solo el modo dogmático o bíblico, sino es el pensamiento de cómo vivir esto y proponerlo en estas circunstancias”, afirma el presbítero. La Iglesia entonces ha de inculturarse y dialogar, “salir a la búsqueda del hombre de hoy”, dijo. 

Gaudium et spes, la única Constitución Pastoral derivada del Concilio Vaticano II cita: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (...) La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (Num. 1). “A partir de ese principio se desarrolla una actitud nueva de la Iglesia frente al mundo, o en el mundo”, expresó el Padre Chavarría.

 

Más que una religión, una experiencia

 

“La teología del Concilio Vaticano II es la Teología de la Historia de Salvación y esta es una gran respuesta a toda la Ilustración, porque esta y la modernidad habían cuestionado las creencias y la validez de creer basado únicamente en que “porque lo dijo Dios y la autoridad”.

Entonces la Iglesia reconoce el valor de la razón en la búsqueda de la verdad y en las respuestas a las situaciones de hoy, pero enriquece esto con la luz del Evangelio.

Incluso años más tarde, el Papa San Juan Pablo II publicará la Encíclica Fides et Ratio, donde expone que la fe y la razón son “dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”. “La fe es racional, la fe es comprensible, aunque se refiere a un misterio, la fe no es indescifrable sino que es una puerta que nos abre la relación con un Dios que se manifiesta en la historia”, detalla el sacerdote.

Se destacó entonces que no se trataba solo de cumplir normas y preceptos, el “ponerse a derecho con Dios” para ir al cielo. En realidad es encontrarse con Él y responderle, desarrollar lo que hoy se denomina como discipulado misionero.

El pueblo de Dios es protagonista de su historia, aunque a lo interno de la comunidad haya servicios, carismas, ministerios, llamados y condiciones humanas y personales distintas.

Hace 60 años se inauguró, en la Basílica de San Pedro un acontecimiento vital en la vida de la Iglesia. Del Concilio Vaticano II se afirma que es la “máxima gracia del siglo XX” y la “Carta Magna” de la Iglesia Católica para el presente y el futuro.

Con este Concilio Ecuménico, la Iglesia se abrió al diálogo con el mundo moderno y captó con mayor sensibilidad los nuevos signos de los tiempos, a través de los cuales también Dios se manifiesta, porque Él permanece vivo en la entraña de la existencia humana y de los dinamismos históricos.

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