La situación de la muchacha era muy difícil: como mujer, como esclava y como persona explotada económicamente, en su capacidad espiritual de pronunciar discursos inspirados. La muchacha no está endemoniada y lo que dice a los misioneros es teológicamente correcto. Aparece aquí un caso, común en el libro de los Hechos, de enfrentamiento del Evangelio con la religión popular helenista o griega. Para San Lucas y los cristianos de su época esta religión popular era demoníaca y se utilizaba como medio de lucro (aquí y también en Hech 19,23-27, en el caso de los orfebres de Éfeso). Por eso Lucas presenta la acción de Pablo, en apariencia al menos, como un exorcismo.
En el relato de San Lucas, sin embargo, podemos descubrir un sentido más profundo, que podría identificarse con el pensamiento y la intención del propio evangelista. El texto dice que “hasta que al fin Pablo se cansó” (por los gritos de la muchacha), “dándose vuelta dijo al espíritu...” (v. 18). Pablo no actúa con talante profético, sino simplemente porque está cansado y molesto con los gritos de la adivina. Además, se enfrenta al espíritu que está en la muchacha y que permite a ésta hacer discursos inspirados.
Es cierto que sus amos explotaban esta capacidad espiritual de la muchacha esclava, pero lo real aquí es que Pablo, de hecho, destruye una capacidad espiritual en la mujer. Quizá su situación, luego de encontrarse con Pablo, fue peor. Hay comentaristas que hacen una interpretación crítica de la acción de Pablo, no como liberación, sino como destrucción de una capacidad espiritual de aquella pobre mujer. Es curioso que en el relato de San Lucas, en el preciso momento en que Pablo se enfrenta al espíritu, desaparece el plural “nosotros” que representa la comunidad del Espíritu. Antes de desaparecer se hace una distinción entre Pablo y el “nosotros” ¿Será que desaparece el “nosotros” por este enfrentamiento entre Pablo y el Espíritu que habita en la mujer?
Lo cierto es que San Pablo “les echó a perder el negocio” a sus patrones, pero pagaron caro su osadía, siendo acusados ante los dirigentes de la ciudad y llevados a la cárcel, no sin antes someterlos a maltratos y vejaciones. Pero Dios les tenía reservado algo distinto allí, en sus planes de salvación, como luego veremos. Sea lo que fuere, la explotación de aquella adivina esclava por sus amos, fue suficiente para que San Pablo viera, en esta manifestación pseudo- religiosa, un negocio instigado por un mal espíritu. San Lucas no dice si era el mal espíritu quien producía el negocio o viceversa, si era el negocio quien inventaba al espíritu. De cualquier forma, el Apóstol invocó el nombre de Jesucristo y la liberó…
En Filipos, dos mujeres fueron destinatarias del Evangelio predicado por Pablo: Lidia, la primera mujer de Europa convertida y esta muchacha adivina liberada… Tanto ayer como hoy, la Iglesia está llamada a evangelizar, invitar a la conversión y liberar de toda esclavitud a quienes anuncie el mensaje de la salvación redentora de Cristo ¿Conocemos a personas esclavas, no solo en el ámbito económico, sino existencial, moral, personal, social y demás? ¿Qué estamos haciendo por ellas? ¿Qué nos enseña San Pablo que no tuvo temor de ser encarcelado, con tal de anunciar a Cristo a los filipenses? ¿Qué quiere decir el Apóstol cuando afirma: “No apaguen el espíritu”? (1 Tes 5,19).