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Sagradas Escrituras: El arcángel Miguel

By Pbro. Mario Montes M. Febrero 13, 2023

Una de las figuras angélicas más conocidas por todos nosotros, es la del arcángel San Miguel, cuyo nombre significa “¿Quién como Dios?”. Son muchos los pueblos y ciudades del mundo y de Costa Rica que llevan su nombre;  infinidad de parroquias están bajo su patrocinio y muchos hombres se llaman Miguel. En la Biblia solamente es mencionado tres veces: en el libro de Daniel, en la Carta de Judas y en el libro del Apocalipsis. Vayamos primero al libro de Daniel:

En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo. Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad (Dan 12,1-3. Primera lectura del domingo 33, del Tiempo Ordinario, ciclo B).

Este texto se ubica en los llamados “pasajes apocalípticos” de este libro (Dan 7-12),  con su lenguaje simbólico, de revelación a través de visiones, mediación de seres celestes y anuncio de la intervención de Dios al final de los tiempos. El libro se escribió en los tiempos de la persecución del rey de Siria llamado Antíoco IV Epífanes (años 175-164 a. C), contra los judíos fieles. Y, como vemos, Dios no dejará desprotegido a su pueblo durante la persecución: Miguel, jefe del ejército celestial y protector de Israel, se levantará para ejercer su misión de defender al pueblo judío. Se anuncia por primera vez el acontecimiento de la resurrección de los justos o de los sabios y el juicio que acompañará este evento, sin precisar más.

La segunda mención de San Miguel, la tenemos en la Carta de Judas, cuando su autor descalifica a los falsos maestros, al enseñar lo siguiente: A pesar de esto, estos visionarios se portan de modo semejante: profanan su cuerpo, desprecian la autoridad e insultan a los seres gloriosos. Ni siquiera el arcángel Miguel, cuando discutía con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, se atrevió a proferir algo injurioso; simplemente dijo: “Que el Señor te reprenda” (Jds 8-9). El texto es  una denuncia de tres delitos contra estos herejes: inmoralidad, desprecio de la autoridad y blasfemia.

Para ilustrar la actitud ofensiva de los adversarios, el autor de esta brevísima carta alude a un pasaje de un libro apócrifo llamado “La Asunción de Moisés”, con una cita de Zac 3,2. En contraste con la ultrajante conducta de los falsos doctores, está la moderación que San Miguel muestra en su disputa con el Diablo a propósito del cuerpo de Moisés (v.9). Mientras aquéllos injurian a los ángeles buenos, el arcángel San Miguel ni siquiera se atreve a  insultar al Diablo.

El historiador judío llamado Filón de Alejandría, atribuye a los ángeles la sepultura de Moisés. La Asunción de Moisés lo atribuye a San Miguel. Cuando es enviado por Dios para enterrar a Moisés, el diablo se le opone. Satanás reclama el cuerpo de Moisés, pues se considera señor de la materia. Una tradición cuenta que el Diablo se oponía a una sepultura honorable de Moisés por considerarlo asesino, ya que había matado a un egipcio (ver Éx 2,11-14). La discusión con Satanás terminó con la llamada de atención del arcángel San Miguel: “Que el Señor te reprenda”. Esta especie de imprecación se parece a aquella otra pronunciada por el ángel de Yahvé contra el Satán, en el libro del profeta Zacarías, al decir: “Que el Señor te obligue a callar, Satán;  que el Señor, que eligió a Jerusalén, te obligue a callar” (Zac 3,2). Y finalmente, la última mención de este célebre arcángel celestial, la tenemos en el libro del Apocalipsis:

Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados del cielo. Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero, fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles (Ap 12,7-9).

Bien sabemos que el libro del Apocalipsis fue escrito en tiempos difíciles para la Iglesia, de persecución y de martirio, orquestados por Nerón y el Imperio Romano, que el autor de esta obra los considera satánicos. La mujer que aparece aquí es un símbolo de la Iglesia y el Dragón amenazante es símbolo de todo poder enemigo de Dios  y de Cristo, que trata de destruir a la Iglesia. Dios protege a su Iglesia a lo largo de su prueba del desierto. De nuevo la acción sube al cielo, desde la tierra, donde se entabla una colosal batalla, entre Miguel (cuyo nombre significa: "¡Quién como Dios!" o el "combatiente de Dios"), y el Dragón y los suyos.

La resurrección de Cristo tiene efectos inmediatos: el cielo adquirido por Cristo, exige que sea desalojado de los espíritus rebeldes. A través de antiguas creencias (ver Dan 10,13.21; 12,1) se había idealizado esta batalla. Lo que importa es la derrota sin paliativos, y para siempre, del gran Dragón y de los secuaces. Los Evangelios también lo habían afirmado (ver Lc  10,18; Jn 12,31).

Con ocasión de la bendición de una estatua del Arcángel San Miguel en los Jardines Vaticanos, el Papa Francisco decía, entre otras cosas, lo siguiente:

“Miguel lucha por restablecer la justicia divina; defiende al pueblo de Dios de sus enemigos y sobre todo del enemigo por excelencia, el diablo. San Miguel vence porque es Dios quien actúa en él. Esta escultura nos recuerda entonces que el mal ha sido vencido, el acusador ha sido desenmascarado, su cabeza, aplastada, porque la salvación se realizó de una vez para siempre en la sangre de Cristo. Incluso si el diablo busca siempre rasguñar el rostro del Arcángel y el rostro del hombre, Dios es más fuerte; su victoria y su salvación se ofrece a todo hombre.

En el camino y en las pruebas de la vida no estamos solos, estamos acompañados y sostenidos por los ángeles de Dios, que ofrecen, por decirlo así, sus alas para ayudarnos a superar tantos peligros, para poder volar alto respecto a las realidades que pueden hacer pesada nuestra vida o arrastrarnos hacia abajo. Al consagrar el Estado de la Ciudad del Vaticano a san Miguel arcángel, le pedimos que nos defienda del Maligno y que lo arroje fuera” (Palabras del Santo Padre el Papa Francisco, viernes 5 de julio 2013)

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