“Buenas tardes, Monseñor. Desde hace tiempo no escucho que se predique sobre el infierno y acerca del purgatorio. Cuando se hacía -hace tiempo- es cuando se produjo mayor cantidad de santos, e incluso muchos de los santos eran muy fuertes hablando de estos temas y lograban muchas conversiones. Comprendo que debemos entregarnos a Dios por amor, no por miedo, pero el mismo Jesús, nuestro Señor, en varias ocasiones es muy fuerte en esto, y aún más con los duros de cabeza que somos. No son las palabras bonitas las que lograr cambiar, sino la cruda realidad que enfrentamos. Gracias, su servidor”.

Miguel Ángel Quirós – Guanacaste

Estimado Miguel Ángel: cuando joven seminarista, mis formadores nos daban este sencillo ejemplo: los frenos en un carro son necesarios para no chocar con obstáculos y para evitar de caer en alguna barranca, y sin embargo, los frenos no hacen que el carro corra… se necesita la gasolina.

Así, en la vida cristiana: el miedo del infierno puede “frenarnos” de cometer graves errores, pero es el amor de Dios el que nos impulsa a la santidad, a formas de heroísmo. Y ahí tenemos a los santos de nuestra época: S. Pío X, enamorado de la SS. Eucaristía, Santa Teresa de Calcuta, de la cual toda su vida ha sido como un “canto al amor” (tengo aquí unos escritos suyos: son una reiterada insistencia acerca de la belleza del amor); los santos Papa Juan XXIII (el Papa Bueno) y Juan Pablo II (el Papa viajero). No olvidaban en su predicación los grandes temas de la “salvación eterna”, pero su insistencia se dirigía más al Amor que Dios nos ha manifestado en Cristo  y a la urgente necesidad de nuestra respuesta… Lo mismo yo iba constatando en el riquísimo magisterio del Papa emérito Benedicto XVI, como ahora en las intervenciones de nuestro amado Papa Francisco. De este último bastaría recordar su encíclica El Gozo del Evangelio. El título mismo indica hacia dónde va poniendo el mayor acento.

Con estas breves observaciones, no niego el peligro de cierta predicación “light”, dirigida a lo mejor hacia aspectos secundarios de la verdad y de la ética cristianas. Y a este respecto el mismo Papa Francisco en la apenas citada encíclica nos da unas orientaciones bien precisas acerca del cómo “preparar y ofrecer” la homilía a nuestros fieles.

Volviendo a su observación, estimado Miguel Ángel, es verdad que en tiempos pasados, particularmente en algunas circunstancias, (cuaresma, semana santas, misiones populares…) en general se insistía más que actualmente en los “Novísimos”, es decir, en los temas del Infierno, Purgatorio y Paraíso. Que esto produjera más conversiones que ahora, es difícil establecerlos y que floreciera la santidad más que ahora, sería aún más inseguro afirmarlo.

Un ejemplo: es verdad que el Sto. Cura de Ars, hablaba con mucha frecuencia, como hacían los sacerdotes de su tiempo, acerca de la “salvación eterna”, pero las conversiones en Ars, como en nuestro tiempo, en S. Giovanni Rotondo, con el Santo Padre Pío, más que por los temas de la predicación acontecían por la santidad de los predicadores.