En conversación con el Eco Católico, ambos jóvenes dan gracias a Dios por este momento en sus vidas, su perseverancia y el amor del que Dios les ha inundado para cuidar de su pueblo.
Luis Maroto Montero
Su lema de ordenación es: “No tengo otra dicha ni otra oportunidad que ser instrumento del Espíritu de Dios en la Iglesia, para que Jesucristo sea amado, adorado y comunicado a los demás”. DA 14.
“En este sacramento conferido por la Iglesia continúa respondiendo a los desafíos del tiempo presente y sigue cuajando esa presencia de Jesús en aquellas realidades donde es difícil muchas veces dialogar o poder acercarse y eso va mucho en mi personalidad, el secreto no es estar cohibidos o reservarse una estructura de paredes o reservarse solo en el ambiente de Iglesia, va más allá con el contacto directo con todas esas realidades empezando por los excluidos y los marginados de la sociedad”.
Evidentemente, asegura Luis, es una responsabilidad también que se adquiere de frente a algo que Dios le encomienda. “Yo creo que mucho de ese asumir va también con el lema que elegí, instrumentos del Espíritu de Dios mi lema, es de Aparecida, y cuando se habla de ser instrumentos se habla de ser herramienta para muchas de esas cosas que parecen ser imposibles para los demás, a través de la gracia y el impulso de Dios creo que se pueden facilitar las cosas, el secreto es ser cercano a las personas, ser una persona humilde, seguir siéndolo como tal para poder seguir atrayendo a muchos otros, porque el mundo está sediento de testimonio más que de palabrería”.
El lema de Aparecida lo escogí porque siempre el Magisterio de la Iglesia me ha impresionado mucho, más que todo el local, ahí se encierra una gran riqueza de lo que es el sentir desde el contexto de la Iglesia en el que me desarrollo, verdaderamente me nutre, me llena y me agarra ese impulso, ese soplo como cuando un viento lleva a mil por hora el barco, me inyecta vitalidad para poder seguir respondiendo a esta realidad”.
Marco Salas Segura
Su lema de ordenación es: “Dar gracias al Señor, porque es bueno y eterna su misericordia”. En sus palabras, “en este momento de mi vida me motiva seguir entregando mi vida y vocación entorno al servicio del Señor a los más necesitados en medio de su pueblo como respuesta a ese llamado que ha hecho y que en medio de mis limitaciones he ido respondiendo, es servir felizmente en ese llamado que Él me ha hecho”.
Para él, se trata de una doble responsabilidad, un regalo, don y misterio. “Es un misterio porque al contemplarlo podemos ver la misericordia de Dios. Dios confía al sacerdote la posibilidad de ser partícipe de ese pastoreo sin ser el pastor propio que es Cristo, lo hace a uno partícipe de ese misterio”.
“Hoy asumo esa responsabilidad en humildad, sencillez y siempre atento a la voz de Cristo que me llama a configurar mi corazón con él y estar en medio del pueblo atento al sentir de los fieles y acompañarlos. Le pido a Dios que mi sacerdocio sea para llevarlo a Él en todo momento y cumplir ese mandato de ir por el mundo entero y proclamar con alegría la buena noticia de que Él nos ha amado primero y nos involucra en ese reino de amor”.