Ama la naturaleza, los tonos de verde que tapizan las montañas, el canto de las aves, el color de las flores, el libre correr del agua limpia… porque toda la Creación le habla del amor de Dios. De hecho esa fue una de las razones, junto con la amabilidad de los ticos y la apertura hacia el clero, por las que siendo un joven sacerdote formado en el carisma de San José de Calasanz, llegó a Costa Rica para quedarse.
Su ordenación sacerdotal, de manos del obispo agustino, misionero en Filipinas Javier Ochoa, tuvo lugar el 8 de mayo de 1955 en España.
De su paso por las Escuelas Pías, el Padre Mendoza ha mantenido toda su vida una inquietud especial por los jóvenes y la formación de los niños y niñas. En uno de sus libros, “La educación lo es todo”, recuerda que la persona humana es el centro de todo proceso educativo, y que su desarrollo integral depende, en definitiva, de que esa educación atienda no sólo los aspectos materiales, sino también y principalmente los psicológicos, morales y espirituales de la persona, como hijo e hija de Dios creados a imagen y semejanza suya.
En nuestro país, el sacerdote ha desempeñado innumerables servicios a Dios y a los hermanos. Muchos lo recuerdan dialogando y sacando sonrisas a los convalecientes en el Centro Nacional de Rehabilitación, adonde lleva alegría, consuelo y esperanza en medio del dolor y la paciencia necesaria en los procesos de recuperación física y emocional.
También en el Parque Nacional de Diversiones, donde en medio del bullicio y la fiesta sabe poner una palabra de reflexión, de catequesis y de ambiente de Iglesia en el corazón de quienes se acercan a la Eucaristía dominical en la capilla del Pueblo Antiguo.
Pero también fue capellán de la Cárcel de San Sebastián, siendo párroco en Cristo Rey, entre otras muchas comunidades. En este lugar aprendió aquello de que “el hombre alegre piensa y hace el bien”, y por eso se dedicó, como lo sigue haciendo, a ofrecer amor a personas que precisamente por falta de alguien que las quiera y les hiciera ver el valor que tenían como hijos e hijas de Dios, cometieron actos que los llevaron a la cárcel.
Su apostolado es ayudar
Actualmente el Padre Mendoza reside en el Santuario Nacional Templo Votivo al Sagrado Corazón de Jesús en Barrio González Lahmann en San José. Con la misma alegría celebra la Santa Misa en la capilla del Santísimo, como escucha la confesión de todos los que, con el corazón sincero, se acercan para experimentar la misericordia de Dios. También aquí ofrece consejería siempre respondiendo a su apostolado de ayudar a las personas a que sean más libres y más felices teniendo una mejor vida espiritual.
En el Templo Votivo, en una habitación sobria, sus compañeros son los libros, comenzando por la Sagrada Escritura, que lee y estudia asiduamente como lo hacía desde que era pequeño y recibía en la escuela una preparación para el Evangelio dominical, y como tarea tenía que llevar una redacción el lunes siguiente. “Creo que es algo innato”, explica, recordando que desde muy joven sintió el llamado a escribir. Su primera obra se llamó “Balbuceos de Niño”, y todavía le duele no haberlo podido publicar, dado que el original se extravió.
Este libro estaba compuesto de poemas a la vida, de los cuales recuerda con cariño uno que se llamaba “Momentos de la Nieve”, y que todavía recita con fluidez.
Su pasión por la escritura es tal, que en un momento de su vida llegó a publicar columnas en todos los periódicos del país, una actividad que siempre vio como un apostolado para extender la alegría de la fe a la mayor cantidad posible de personas. “A mi me gusta leer, me gusta la soledad para reflexionar, y me inspiro en temas vitales, siempre de carácter humano y sicológico, para ayudar a que la gente se sienta bien”, explica. Fiel a su estilo, el sacerdote elabora sus escritos a mano, para luego ser levantados en computadora y enviados a los distintos medios de comunicación.
“No llevo cuenta de los libros que he escrito. Serán más de cien”, agrega. Uno de los más consultados es el que dedicó a las advocaciones marianas de América Latina, todo un trabajo de investigación con un claro matiz misionero, a la luz de las enseñanzas de la V Conferencia del Episcopado Americano de Aparecida, Brasil, en el 2007.
Entre los autores que más le inspiran están el Padre Ignacio Larrañaga y el Padre Carlos González Vallés, cuyas obras son parte de su consulta permanente.
Otros títulos como “Padecer con Cristo”, “Atención integral al ser humano: Espíritu y Materia”, “Para una buena salud del cuerpo y del alma”, “No del todo, pero sí bastante felices”, y “Camino al éxito por la auto superación”, hacen parte de las obras del Padre Mendoza, un auténtico misionero en el mundo de la comunicación.