Raúl Fallas no camina a Cartago por costumbre. Lo hace por fe, por gratitud y con el corazón en cada paso. Desde hace 25 años, este vecino del Valle de la Estrella emprende la romería hacia la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles como un acto de devoción profunda, no como una rutina religiosa.
“Hace mucho tiempo había ido algunas veces esporádicamente, pero ahora sí, desde hace alrededor de veinticinco años, ya voy todos los años. No por tradición, porque la romería no debe convertirse en una mera rutina. Es algo más profundo. No voy a pedir, voy a agradecer”, expresa con convicción.
A sus 59 años, Raúl asegura que su fuerza no viene solo del cuerpo, sino de su espíritu fortalecido por la Virgen María. Cada paso lo da pensando en su familia, en su parroquia, en los amigos y personas que le piden oraciones, y en quienes encuentra en el camino: “Ahí se encuentra uno con ángeles que Dios pone, personas que te tienden la mano, que te dan agua, comida, alojamiento. También hay quien grita cosas feas desde los carros, pero eso, como dice uno, es basura que no recogemos.”
Sin asistencia logística ni organización formal, Raúl y su grupo caminan con lo necesario al hombro durante cuatro intensos días. La ruta inicia en el Valle de la Estrella, continúa hacia Limón, luego a Siquirres, pasa por Turrialba y culmina en Cartago. Son 170 kilómetros de esfuerzo, oración y vivencias.
“La gente piensa que un bolsito no pesa, pero después de cuatro días, tres kilos se sienten. Hemos caminado bajo sol, lluvia, con ampollas, pero la fe nos impulsa. No es demostrar que uno puede, es algo más adentro que te empuja, aunque duela.”
Este año, su hija Érika lo acompañó desde Siquirres, recorriendo junto a él 84 kilómetros. “Fue una enorme dicha. Ella siempre ha estado presente en mi oración, y caminar juntos fue un regalo de la Virgen”, cuenta emocionado.
Raúl comenzó su romería a los 20 años, pero en ese primer intento no logró llegar a Cartago por problemas con el calzado. “Solo llegué hasta Barbilla. La Cruz Roja me curó los pies. Caminé el último tramo en sandalias, con lluvia, pero llegué. Desde ahí, he seguido yendo, y ya hace 25 años decidí hacerlo desde el Valle.”
Pese a las dificultades económicas, el grupo siempre encuentra formas de hospedarse y alimentarse. “El año pasado un sacerdote nos ayudó, este año pagamos hospedaje en Siquirres y Turrialba. También tenemos que costearnos el transporte de regreso desde Cartago. Pero lo hacemos con gusto, porque no hay mayor recompensa que llegar de rodillas ante la Virgen. agradecemos al padre Rogelio Villalobos”
Y concluye con una reflexión que resume el sentido de su caminar: “No es cuando uno pide, es cuando es el tiempo de Dios. Y el tiempo de Dios es perfecto.”
Lo invitamos a compartir nuestro contenido