Para este momento especial en sus vidas, ambos eligieron lemas de ordenación. En el caso de Anthony tomó una frase de Monseñor Enrique Bolaños, IV Obispo de Alajuela: “Ser como José: capaz de olvidarse de lo suyo para cuidar lo de Dios”. Su ordenación la preside Monseñor Bartolomé Buigues en la Catedral diocesana.
Solano es oriundo de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús en Tacares y tiene 26 años de edad. Es hijo de Gerardo Solano Porras y Maritza Solorzano. Su experiencia pastoral la ha realizado en parroquias como Sarchí, Zarcero, Barrio San José, Coyol, Grecia, Guácima y actualmente sirve en la Parroquia de Naranjo.
En este camino de discernimiento, Anthony ha experimentado la fidelidad de un Dios que ha pensado en él para este servicio. “Ha pensado y me ha amado desde la eternidad y en su amor me ha llamado a compartir su vida y su misión. Ser diácono es un reto que hoy quiero tomar. El reto a cuidar lo de Dios, como dice mi lema de ordenación diaconal, y también a amar con corazón de padre como lo menciona la Carta Apostólica de este año josefino”.
Él se encomienda a la intercesión de San José, para que “él me enseñe a reconocer siempre mis dones y mis capacidades para responder con confianza y con fuerza a la tarea que Dios me encomienda en el presente de la historia”, agrega.
A los jóvenes con inquietud vocacional les envía el siguiente mensaje: “Solo cuando uno toma riesgos aprende a vivir y a discernir. El discernimiento no se hace sentado a la orilla del camino de la vida esperando a que todo se dé hecho, el discernimiento se hace en el camino, se construye, pero para eso hay que saber arriesgar, porque el que no arriesga no gana”.
Ordenación en Quepos
“Eterna es su misericordia” es por su parte el lema de Isaac Barrientos. Su ordenación será presidida por Monseñor Óscar Fernández en la Parroquia Inmaculada Concepción de María en Quepos, que es su comunidad de origen. Sus padres son German Barrientos y María Espinoza.
Su experiencia pastoral la ha desarrollado en diversas parroquias porteñas como Barrio el Carmen, El Roble, El Cocal, Pueblo Nuevo, Jacó y en Miramar, donde vivió el acolitado.
Para él es inevitable no pensar en este 19 de marzo, Día de San José y de su ordenación, como una gran emoción por el regalo de Dios de ser admitido al orden de los diáconos.
“Es inevitable no sentirme necesitado de la gracia de Dios, ya que las responsabilidades que se derivan de tan gran vocación generan en mi interior un sano temor e incluso un nerviosismo por sentir incapacidad de no corresponder a tan gran llamado”.
Al pensar en este día le viene a la memoria la fecha en que ingresó al Seminario el 10 de febrero del 2013 y una de las frases que lo marcó fue la del sacerdote José María Solís, en el curso de Orientación: “Certeza de la vocación existe solo cuando a uno le impone las manos el obispo”.
“Hoy ocho años después y a pocos días de llegar a ese momento descubro que ciertamente certeza absoluta no ha existido, aunque si ha existido desde el inicio del llamado un corazón dispuesto y deseoso de abrirse a la gracia transformadora de Dios que nos capacita para realizar su obra en nosotros”.
Consciente de la vocación que eligió, explica que “empieza a enfrentarse de lleno a la realidad de la praxis pastoral, donde las bases teológicas aprendidas en el Seminario son fundamentales, pero es el Espíritu Santo el que da la virtud del discernimiento y la guía para tomar las mejores decisiones en el ejercicio pastoral”.
Destaca además que ciertamente el temor nunca desaparecerá “al pensar si podré cumplir con las promesas de ordenación, si podré desempeñar con humildad y amor el ministerio en bien del pueblo cristiano, si tendré fe y coherencia para proclamar esta fe según el Evangelio… para acrecentar el espíritu de oración, rendir respeto y obediencia a mi Obispo, más aún imitar siempre el ejemplo de Cristo”.
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