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San Charbel: una amorosa tradición, unida por un listón

By Padre Charbel EL ALAM Febrero 04, 2022

La tradición maronita, iniciada a fines del siglo XIX con el éxodo de minorías católicas orientales que escapaban del Imperio Otomano, se ha asentado y fortalecido notablemente en nuestros países. Con esta migración, arribó la socorrida devoción por nuestro santo, y fue en México, donde tiernamente nació la tradición de pedir y agradecer su intercesión a través de coloridos listones, y se ha extendido hacia otros países, incluyendo nuestra Costa Rica.   

El relato más fiel habla de una señora que, antes de llegar a la puerta de salida de la Catedral Maronita de Nuestra Señora de Balvanera, se encontró con la imagen de un santo de frágil perfil y atrayente sencillez y, sin saber siquiera su nombre, le pidió un favor. Al terminar de rezar pensó que el santo podría olvidar su petición, por lo que ingenuamente decidió anotársela en lo único que encontró en su bolso: un listón. Recibida la petición, la señora regresó a la catedral para conocer más sobre aquel intercesor. El mismo rector del santuario fue quien le presentó a San Charbel y le aconsejó mostrar su agradecimiento con otro listón.  

Al no ser un signo sacramental, la Iglesia recomienda escoger el color basándonos sólo en un gusto personal, sin caer en ninguna práctica esotérica u oculta.  

Incalculable es la riqueza que resalta el sentido espiritual de los listones: aquella petición escrita, manifiesta visible el rasgo menesteroso que todo cristiano católico debe vivir, obedeciendo así la enseñanza bíblica de Jesús: «Pidan, y se les dará… Porque todo el que pide, recibe» (Mateo 7, 7). 

Claramente podemos testificar la humildad y solitaria intimidad con que los creyentes narran sus súplicas en aquel trozo de tela. Es una soledad que San Charbel entendió muy bien al escudriñar el Evangelio «Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo» (Mateo 6, 5). Es la misma soledad a la que Dios conduce a sus hijos cuando desea hablarles directo al corazón; y de allí, nace la perfecta oración: alabanza, súplica, confianza y agradecimiento. ¿Acaso no es exactamente eso lo que se plasma en el listón? 

Finalmente, cada cinta depositada a los pies de nuestro santo amigo concientiza la pobreza y fragilidad de nuestra fe, abandonada íntegramente en Dios.  Así, el cúmulo de ofrendas colgadas alrededor de San Charbel, se convierten en un taller de infinita confianza en comunión, recordando a Jesucristo cuando nos dice «Todo es posible para el que cree». (Marcos 9, 23) 

Sigamos con corazón humilde las discretas sugerencias del Espíritu Santo, tal y como lo hizo nuestra amable protagonista. 

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