Francisca Javier Cabrini (1850-1917) fundó en 1880 una congregación misionera que, a instancias del papa León XIII y algunos obispos, pronto se extendió a varios países de América tales como Nicaragua, Panamá, Argentina, etc., pero cuyo principal campo de acción se estableció en los Estados Unidos. El Instituto de Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón tenía entre sus fines principales la educación de las jóvenes y la evangelización de los migrantes italianos en los países donde se establecieron. En ellos crearon hospitales, colegios, orfanatos y dispensarios, entre otras obras. La fundadora de esta congregación, una mujer bajita y menuda, pero de carácter recio murió en olor de santidad el 22 de diciembre de 1917. Fue canonizada en 1946 y declarada patrona de los migrantes en 1950.
Podría decirse que la madre Cabrini “rodeó” Costa Rica y sólo pudo tocar tangencialmente nuestro territorio en tres ocasiones.
La primera vez fue el 23 de octubre de 1891, cuando se dirigía desde Panamá hacia Nicaragua para establecer un colegio en la ciudad de Granada. Ese día a las 5 de la tarde, el barco en el que viajaba hizo una breve escala en Puntarenas. Ahí, en el mismo navío en que se encontraban, las religiosas recibieron la visita del obispo de Costa Rica, Mons. Bernardo Augusto Thiel. Ese encuentro causó en ella una impresión honda y muy positiva con respecto al prelado.
Año y medio después, al dejar Granada y dirigirse hacia Nueva Orleans, la santa tomó la ruta de salida por el lago Cocibolca hacia San Carlos de Nicaragua y de ahí hacia el Caribe, por el río San Juan. En sus escritos describe el periplo y dice que salieron al mar por el río Colorado, lo cual implicaría una fugaz entrada en territorio costarricense, bordeando la isla Calero. Según los datos disponibles, el 31 de marzo de 1892, fue el día que la madre Cabrini transitó la frontera natural entre Costa Rica y Nicaragua.
Finalmente, los pies de la santa pisarían suelo tico durante siete días, del 29 de mayo al 4 de junio de 1895, pero sólo en la pequeña ciudad de Limón, debido al impedimento interpuesto por las autoridades civiles, como ya se indicó. En esa ocasión, recibió una nueva visita del obispo de Costa Rica.
Todos estos datos han llegado a nosotros a través de las cartas que ella dirigió a su congregación y que constituyen una suerte de diario de viaje.
Merece la pena notar una piadosa y feliz coincidencia: Monseñor Thiel se encontró con esta santa mujer, coetánea suya y fundadora de una congregación dedicada al Corazón de Jesús, en Puntarenas y Limón, puertos que él mismo también consagraría al Sagrado Corazón en 1899.
En próximas entregas se comentarán brevemente algunas de las impresiones que expresa la madre Cabrini en sus cartas, sobre su breve paso por Costa Rica, particularmente sus encuentros con monseñor Thiel.
