Hemos hecho ver al presidente de la República que, desde antes de la pandemia, Costa Rica estaba sumergida en cifras lamentables y vergonzosas de desempleo y pobreza. Durante varios años, desde la Iglesia, hemos hecho un llamado sobre el modelo económico y estructural de las últimas tres décadas, que ha incrementado la desigualdad. Ahora más que nunca se hace necesaria la reactivación económica y social.
Esta emergencia ha de mirarse, valorarse y asumirse desde una ecología integral humanista, como la plantea el Papa Francisco (cfr. n. 62, Encíclica Laudato Si’), esto es, teniendo a la persona humana como centro, y mirando sus distintas situaciones y necesidades, y en búsqueda de un justo equilibrio entre las mismas. Por ello, creemos que el tratamiento y gestión de esta crisis exige integralidad, solidaridad y corresponsabilidad.
Le enfatizamos al presidente la incertidumbre y temor que existe y se percibe en la sociedad costarricense. Le hemos pedido un rumbo claro, para lo cual, una vez más, insistimos en la necesidad del diálogo que necesita nuestro país: con todos los sectores, sincero y transparente, franco y directo, con resultados y frutos concretos, teniendo como fin último el bien común, para fortalecer el Estado Social de Derecho.
Indicamos nuestra preocupación por el crédito del Fondo Monetario Internacional aprobado la semana anterior. Específicamente, nos preocupa cómo se irá a pagar y, en este sentido, dejamos claro que esperamos que no sea a través de más impuestos, o como se le quiera llamar. Más impuestos o semejantes seguirían afectando a los sectores más vulnerables y a los que buscan producir.
Además, mostramos al mandatario nuestra honda preocupación por la falta de proyectos, leyes y directrices en favor de la familia, a fin de fortalecerla como célula fundamental de nuestra sociedad. Destacamos nuestra preocupación por la aplicación de la ideología de género en el sistema educativo costarricense y en el sector público también. Esta es una ideología que niega la base y diferencia biológica del ser humano.
Nos preocupa también la puesta en marcha de una capacitación que se está brindando a funcionarios públicos, para erradicar la discriminación hacia la población sexualmente diversa. Creemos que Dios no hace acepción de personas (cfr. Romanos 2, 11), por tanto, a nadie se le debe discriminar. Sin embargo, al mismo tiempo, nos preocupa cierto adoctrinamiento ideológico que se quiere imponer a la gran mayoría.
Ratificamos nuestro compromiso en favor de la vida desde la concepción hasta su fin natural, como lo señala también la Convención Americana de Derechos Humanos. Sin el derecho primario y fundamental de la vida, no tienen curso ni sentido los demás derechos. Asimismo, hemos planteado inquietudes sobre la libertad religiosa, de conciencia y de pensamiento.
Como Iglesia, nuestra misión es iluminar propositivamente a las personas de todas las épocas. Esta misión va dirigida especialmente al pueblo católico, pero, al mismo tiempo, a todas las personas de buena voluntad, para actuar en conciencia, vivir en esperanza y caridad (cfr. Lumen gentium, 31), como hermanos todos que nos cobijamos bajo la bandera de nuestra nación. La Iglesia es promotora de la protección y desarrollo de la dignidad integral de todas las personas, por ello, como decía San Pablo VI, “es experta en humanidad”.
Históricamente, como actor social, la Iglesia ha acompañado siempre los procesos que han fortalecido la justicia y la paz en nuestra patria. Por ello, comprometidos con ese llamado y guiados por Dios, seguiremos con nuestra misión.
Agradecemos al presidente de la República por su invitación y espacio para dialogar. Manifestamos nuestra voluntad para continuar este proceso e hicimos un llamado a la colaboración mutua para continuar trabajando en los temas tratados.
Pedimos a Dios que le ilumine, y reiteramos este llamado para que, desde todos los sectores, con verdadero respeto, manifestemos nuestras ideas y propuestas, para seguir construyendo los destinos de esta nación, en función del desarrollo integral de quienes la habitamos, consolidando así la democracia, la solidaridad, la paz y la justicia social que nos han caracterizado.
Mons. José Manuel Garita Herrera
Obispo de Ciudad Quesada,
Presidente Conferencia Episcopal de Costa Rica.
Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez
Obispo Auxiliar de San José,
Secretario General Conferencia Episcopal de Costa Rica.