“Si te preocupas por las cosas de Dios, Dios se preocupa por tus cosas. Si tú sales de tu familia y la Virgen te quiere aquí, la Virgen ocupará tu lugar en tu familia”.
Fueron las palabras que escuchó de su superiora cuando la hermana Susana le manifestó sus dudas por dejar a sus familiares y su hogar, siendo la mayor de cuatro hermanos.
"Acogí esa palabra de mi superiora, con confianza, con fe. Le creí, aquí estoy, creo que Dios se ha ocupado de las cosas de mi familia y creo que la Virgen está con ellos", agrega.
La hermana Susana Li Tong, pertenece al Instituto Hijas de María Auxiliadora, tiene 32 años de vida consagrada y servicio a los demás. Actualmente, es la directora del Colegio María Auxiliadora, en Heredia.
Su padre, nacido en Costa Rica, es hijo de chinos. Su madre nació en China y no era católica. Sin embargo, su papá sí era creyente, así que ella y sus hermanos recibieron los sacramentos de iniciación cristiana.
“Mi mamá, sin intervención mía, solo por inspiración de Dios, al año siguiente de yo haber profesado como Hija de María Auxiliadora solicitó en la parroquia ser bautizada, incluso en mi ausencia. Creo que Dios actúa en cosas que uno no se imagina”.
Reconoce que, cuando era pequeña, en su hogar no había una vivencia y una práctica de la fe como tal. No obstante, sus padres la matricularon en el Colegio de María Auxiliadora. en Alajuela. Desde ahí -dice-, Dios comenzó a actuar, pues conoció a las religiosas, la labor que desarrollaban, su manera de ser, cómo vivían y cómo se entregaban a Dios. “Eso me atrajo para desear ser como ellas”, declaró.
Entró a estudiar Ingeniería Química y, más tarde, Enseñanza de las Ciencias con especialidad en Química, en la Universidad de Costa Rica (UCR) y en la Universidad Nacional (UNA).
Pero decidió dejar la universidad para entrar a la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora. Las palabras de Jesús venían a su cabeza: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios” (Lc. 9, 52).
“No hubo un ángel, ninguna revelación, o alguien que me dijera: “Tenés que ser religiosa”. Es algo que uno siente en el corazón, un fuego, una inquietud, un algo que no te deja en paz. Yo estaba en la universidad y escuchaba: “Este no es del todo tu lugar”, comentó.
Comenzó a hacer un proceso de discernimiento vocacional y pidió entrar al Instituto Hijas de María Auxiliado. Recuerda que fue aceptada un jueves, el viernes se despidió de su familia, el sábado llegó a San José y el domingo entró a la Casa de Formación.
“Dejé atrás trabajo, universidad, habitación, todo lo que tenía. Así como cuando Pedro se levantó y dejó la barca y las redes (Mt. 4, 18-22)”.
Una vez que entró en la Casa de Formación dice que el desasosiego y el miedo fueron como cuando cae agua sobre un fogón encendido, es decir, se apagaron, hubo calma y paz. “Fue como sentir que al fin había llegado donde tenía que llegar, y eso, todavía lo conservo”, expresó.
La hermana Susana admite que, como en cualquier otra profesión o estado de vida, en el camino surgen dudas. “¿Habré hecho una buena elección?, “tendré las condiciones para continuar?”, “¿podré perseverar hasta el final?”, ¿Si me va bien al principio y luego ya no tanto?
“Quería tener seguridad y, cuando uno quiere estar más seguro, más dudas surgen. Porque cuando se trata de la vida o el futuro nunca hay seguridades. ¿Cómo se resuelven las dudas? Pues con vivir cada momento, entregada con alegría, sirviendo a Dios y cumpliendo y buscando Su voluntad. Si uno camina así, las dudas van desapareciendo”, explicó.
La hermana expone que la vida religiosa no se elige por voluntad propia, sino “porque uno quiere cumplir la voluntad de Dios”. Y agrega: “Ante la duda, la confianza. No soy yo la que ha decidido del todo, yo respondo a un llamado”. Por eso, “si Dios me ha elegido, ¿por qué he de dudar? Él me dará aquello que necesito para responderle”.
Sobre los más de 30 años de servicio como religiosa, menciona que ha sido marcada por el carisma de la congregación y por la experiencia de compartir con muchas personas, desde niños hasta adultos mayores, con ellos dice que ha compartido un camino de fe, por medio de la vida cotidiana, a través de la escuela, el colegio y las obras sociales.
¿Cómo sabe que esta es su vocación? “Porque soy feliz, y porque lo soy sé que es el llamado de Dios”, responde con toda confianza.
Por último, envía un mensaje a aquellos jóvenes que sienten un llamado a la vida religiosa: “Si alguien siente ese llamado exclusivo de Dios, no lo deje pasar, no diga dentro de unos años, si es ahora es ahora. Dios cuando llama se hace sentir. Uno solo tiene que responder”.
“Si usted empieza un camino y siente que no, pues no lo es, pero recuerde que el demonio lo primero que quita en nuestro corazón es la alegría y siembra la duda, porque a él no le gusta que nos entreguemos a Dios, entonces uno tiene que tener perseverancia y no desistir a la primera duda o dificultad, sino entregarse a la oración, al abandono de Dios y orar: “Señor ¿Qué quieres de mí?”. Ahí estarán las respuestas”.
