Las cosas iban bien hasta que un día tocó su piel y notó unas pelotitas… El tratamiento en realidad no estaba funcionando. Fue sometida a una quimioterapia más fuerte y a un procedimiento con células madre para hacer un trasplante de médula ósea, pero al final tampoco dio resultados.
“Dios no me quiere”, pensaba ante tanta frustración. Aceptó recibir 30 sesiones de radioterapia. No sabían si iba a resistir. “Tenía parchones, se me arrancaba la piel, olía a quemado… vomitaba desde que llegaba a la casa, vomitaba sangre, pasé tres meses y dos días sin comer, me alimentaban por sondas. Deseaba arroz y huevo y no podía comer nada”, relató.
“Usted trata de llevar una actitud positiva pero a usted le dan y le dan… A veces a uno le dicen: “Usted es muy valiente”, pero yo decía: “No es eso, es que no tengo opción”.
Culminó las sesiones de radioterapia, pero tampoco dieron el resultado esperado. “No te podemos curar”, le dijeron los médicos. La enviaron a cuidados paliativos. Como último recurso, estaba la sobreirradiación, algo que podía matarla.
“Si Dios me dejó llegar hasta aquí voy a aceptar”, reflexionó la joven en aquel momento. Con su piel llena de quemaduras recibió el diagnóstico de infertilidad total. Ella y su pareja soñaban con tener hijos, pero ahora aquel sueño no sería posible.
Un arco iris
Para sorpresa de todos, Pamela quedó embarazada. Era un rayo de luz en medio de toda la oscuridad. No obstante, nuevamente, otro golpe. A las 13 semanas sufrió un aborto.
“Después de tanto tiempo de recibir malas noticias, yo pensaba que esta era una señal de Dios y se va… Siempre en esos momentos me sentía culpable, me decía: “Soy yo, es mi cuerpo, es mi culpa”, uno sabe que no es así, pero uno lo piensa. Estaba devastada”, comentó.
Un año después, en 2020, Pamela vuelve a quedar embarazada. Temía que se repitiera la historia. A los 9 meses nació Daniel. “El amor de mi vida, el arco iris en medio de lo que ha pasado”, afirma.
Sin embargo, a pesar de la buena noticia, a los 10 meses la joven madre se contagió de Covid19, fue al hospital, hicieron una radiografía y encontraron un tumor de 13 cm en su pulmón derecho. Debió ser internada y estar lejos de su hijo recién nacido.
De nuevo, los médicos la enviaron a cuidados paliativos. El diagnóstico: “Le quedan 4 meses de vida”. Para Pamela su hijo era el principal motivo para luchar. En cama, en medio del pánico, pidió que llamaran al capellán, el Padre Joaquín, en el Hospital México.
“(El sacerdote) me preguntó si creía en Dios. “Pídale a Dios”, me dijo él, “le voy a dar la unción de los enfermos, pero usted va a salir de aquí, no se va a morir”. “¿Cómo le voy a creer si ya la enfermera me dijo que me iba a morir ?”, me decía en mis adentros".
“En medio de la prueba uno no sabe dónde está Dios, pero yo decidí creerle al padre, si Dios quiere que yo siga aquí es porque necesita que yo haga algo”, agregó Pamela.
Pasaron dos años más. El pasado 8 de noviembre el TAC salió limpio. No había más rastros de cáncer. “Fueron tantas oraciones…. estaba tan desesperada. No sabía que era en el tiempo de Él. Estaba inundada en llanto, pedí perdón a Dios. Fueron momentos tan difíciles, era una noticia tras otra durante 10 años, dos veces desahuciada… Es increíble… Toqué la campana y empecé a llamar a todos”, relató.
Pamela también cuenta que vivió lo que para ella son otros milagros, como cuando tenía insomnio y llevaba tres días sin dormir, rezó la Divina Misericordia. “Le decía: Ayúdame a dormir, solo eso necesito”, respiré y me quedé dormida. “En esos momentos uno empieza a decir, Dios sí me escucha, sí me quiere”, recordó.