En Roma, los turistas hacen largas filas para conocer la Basílica de San Pedro, corazón de la vida espiritual del Vaticano, lugar de reposo del apóstol y de numerosos papas, donde se llevan a cabo celebraciones multitudinarias presididas por el Sumo Pontífice.
Pero es otro el templo más importante de la cristiandad, la sede del obispo de Roma y donde se encuentra su cátedra. Hablamos de la basílica de San Juan de Letrán, cuya dedicación celera la Iglesia este domingo 9 de noviembre.
San Juan fue la primera basílica cristiana construida expresamente para reunir a toda la comunidad ciudadana en torno a su obispo. Pero ya antes de la llegada al poder de Constantino, los cristianos habían comenzado a construir iglesias: de ellas se tienen, principalmente, testimonios literarios que afirman que en Roma existían entonces unas cuarenta; mientras que el desarrollo artístico se evidencia en el arte precedente de las catacumbas. Esto demuestra que el cristianismo, a pesar de estar perseguido, era tan vital que necesitaba lugares y medios de expresión propios.

La basílica
Entrando en la basílica, se observa la volumetría de las antiguas basílicas paganas: en efecto, fue erigida por los mismos arquitectos que construyeron las basílicas de los Foros Imperiales, pero con evidentes modificaciones.
Ante todo, en las basílicas paganas se entraba por el lado más largo, y había un ábside en cada lado corto, a la derecha y a la izquierda de la entrada. En cambio, en San Juan de Letrán se coloca la entrada por primera vez en un lado corto, ya que el edificio está orientado hacia el único ábside -situado frente al ingreso-, que representa a Cristo que viene al encuentro de quien celebra la Eucaristía.
La posición del altar constituye la segunda gran novedad: mientras que en los templos antiguos estaba en el exterior del edificio, ahora está en el interior, y sobre él ya no se degüellan animales, sino que se celebra el único y eterno sacrificio de Cristo presente en la Eucaristía. Además, mientras que en los templos paganos el pueblo permanecía en el exterior, en la basílica cristiana -de la que San Juan es el prototipo que será imitado en todas partes- hombres y mujeres, esclavos y libres, nobles y plebeyos, son admitidos juntos a la Eucaristía. Del edificio constantiniano se conservan las dos columnas a derecha e izquierda del ciborio.
En Roma, Constantino subvencionó no solo la construcción de la basílica del Salvador -llamada posteriormente San Juan de Letrán- sino también la de otras nueve basílicas. Para la construcción de la de Letrán, donó el terreno del cuartel de la guardia privada de Majencio. Se siguió utilizando el topónimo “de Letrán” (“in Laterano”) porque con anterioridad el lugar había pertenecido a la familia de los Lateranos.

La Cátedra del Papa
La basílica custodia la “cátedra” del Papa, símbolo de su ministerio. Las cátedras académicas están constituidas por un atril o una mesa para apoyar los libros; las de las catedrales, en cambio, por una sede o silla, porque la fe se transmite, ante todo, con la palabra hablada y con el testimonio. Enseñar es una de las expresiones más hermosas de la caridad.
Desde la cátedra, el pontífice no enseña o afirma sus propias opiniones, sino la Palabra de Dios, de la que es servidor, para que resplandezca ante todos. La cátedra actual es una reconstrucción realizada tras los trabajos de ampliación del ábside en el s. XIX.
De la precedente, construida en el pontificado de Nicolás IV (1288-1299), se conserva solo el supedáneo, en el que figura un bajorrelieve con cuatro figuras demoniacas -áspid, león, dragón y basilisco- que representan el mal que Cristo ha vencido, y que aluden al salmo 91,13: “Caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones”. El Papa, vicario de Cristo, los pisa al sentarse en la cátedra.
El ritual de la elección de cada nuevo Papa se concluye, también hoy en día, con la toma de posesión de esta cátedra. El pontífice se dirige a San Juan de Letrán partiendo de San Pedro, y se sienta sobre la cátedra rodeado de todo el clero de Roma, que reza por él y le aplaude.
Su dedicación
Dedicar o consagrar un lugar a Dios es un rito que forma parte de todas las religiones. Es “reservar” un lugar a Dios, reconociéndole gloria y honor.
La Basílica fue consagrada en el 324 (o 318) por el Papa Silvestre I, que la dedicó al Santísimo Salvador. En el siglo IX, el Papa Sergio III la dedicó también a San Juan Bautista; y en el siglo XII, Lucio II añadió también a San Juan Evangelista. De ahí el nombre de Basílica Papal del Santísimo Salvador y de los Santos Juan Bautista y Evangelista en Letrán.
Es considerada como la madre y la cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo: es la primera de las cuatro Basílicas papales mayores y la más antigua de occidente.
A lo largo de los siglos, la basílica pasó a través de numerosas destrucciones, restauraciones y reformas. Benedicto XIII la volvió a consagrar en 1724; fue en esta ocasión cuando se estableció y extendió a toda la cristiandad la fiesta que ahora celebramos.

Lo invitamos a compartir nuestro contenido